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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La peseta, en la cesta

LA RECIENTE reunión del Comité para la Unión Monetaria de Europa en Madrid ha tenido al menos la virtud de forzar al Gobierno a precisar sus planes en cuanto a la entrada de la peseta en el Sistema Monetario Europeo (SME). En unas declaraciones posteriores al encuentro, el ministro de Economía precisó que el Gobierno se planteará la cuestión en septiembre del próximo año, tras la revisión de la cesta de monedas que forman parte del ECU. Así pues, hasta entonces al menos, España permanecerá fuera del SME, lo cual en sí mismo constituye una noticia interesante. El mutismo oficial sobre este punto había dado pie a todo tipo de especulaciones, entre las que destacaba la idea según la cual la adhesión de la peseta al SME se realizaría durante la presidencia española de la Comunidad, es decir, a lo largo del primer semestre de 1989,La revisión de la cesta de monedas que componen el ECU es una acción que se realiza periódicamente para tener en cuenta las variaciones en el peso económico de los distintos países que forman la Comunidad. En 1982, el marco alemán representaba alrededor de un 37% del peso total de las monedas, mientras que el franco luxemburgués no llegaba al 1% del total. La revisión de septiembre del año próximo será la primera que se realiza estando España en la Comunidad, y el que la peseta entre a formar parte de la cesta de monedas no compromete a nada a las autoridades españolas.

De las recientes declaraciones oficiales se desprende que España no está dispuesta a adoptar un papel impulsor en la construcción de la unidad monetaria europea. Es cierto que la adopción de una actitud beligerante en este aspecto no se compaginaría con nuestra ausencia del SME. Aparentemente, el esfuerzo de la presidencia española se centrará sobre lo que oficialmente se denomina la Europa social, y que en la práctica significa un aumento de las transferencias a las regiones más desfavorecidas y una aceleración de la puesta en vigor de las normas que rigen la libre circulación de personas por el territorio comunitario. Obviamente, España tiene bastante que ganar en cuanto al primer aspecto y algo menos en cuanto al segundo, a menos que volvamos a épocas anteriores en las que la solución al problema del desempleo consistió, pura y simplemente, en facilitar la emigración masiva de los españoles. A largo plazo, sin embargo, es bastante probable que la unidad monetaria favorezca la creación de empleo más que ninguna otra medida al propiciar la caída de los tipos de interés y proporcionar un marco de estabilidad para la inversión en actividades productivas. Al fin y al cabo, los países nórdicos cuentan con un excedente crónico de ahorro que terminará invirtiéndose allí donde existen realmente las oportunidades, es decir, en el Sur. A largo plazo, esta manera de crear empleo es bastante mejor que la que consiste en crear puestos de trabajo con las transferencias recibidas.

A corto plazo, el tipo de cambio de la peseta no es el que mejor corresponde a la situación de fondo de nuestra economía, y por consiguiente no es el más favorable para la integración en el SME. Los tipos de interés interno están favoreciendo una apreciación excesiva de la peseta que daña el esfuerzo exportador y que va a provocar la aparición de un déficit apreciable en la balanza por cuenta corriente. Desde esta perspectiva es justificable la actitud. de prudencia que han adoptado las autoridades españolas en relación con el SME. Pero esta situación no podrá prolongarse indefinidamente, y antes o después habrá que tomar las disposiciones que permitan un funcionamiento más flexible de los mecanismos financieros. De una u otra forma, es preciso mirar más allá de los intereses políticos a corto plazo para establecer las grandes líneas de actuación en los meses cruciales que se avecinan. Es entonces cuando nos vamos a jugar de hecho la viabilidad del proyecto de modernización de España.

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