La importancia de valer para todo
Decíamos en la primera crónica de este festival que una de las razones de su éxito es la disciplina del público. Hoy hablaremos de otra: la importancia de los músicos polivalentes, los todo terreno, los que están lo mismo para un barrido que para un fregado. Cité ya a Kirk Lightsey, y se me olvidó Ronnie Matthews, que ha dado dos conciertos con su trío y además ha acompañado a Red Tyler y Plas Johnson. Por cierto que Plas Johrison, que se había perdido el primer día, apareció el segundo debajo de un bisoñé.Hay que destacar también al pianista filipino Bobby Enríquez. Nerviosillo y con una técnica entre Horowitz y Bruce Lee, tocó primero con un par de cantantes bastante vulgares, y se destapó luego con un concierto muy apañado. Peor suerte han tenido el pianista Eric Gunnison, el bajo Scott Colley y el batería Marc Pulice, a quienes hemos visto en España con Carmen McRae, y aquí, además de a Carmen, han acompañado a Buddy Collette, Clifford Jordan, el dúo de Sue Terry y Lodi Carr, y creo que me dejo a alguien más; en todos los casos han cumplido perfectamente, sin que la organización haya tenido el detalle de montarles un concierto para ellos solos. A Gunnison, encima, le equivocan el nombre en los programas.
Festival de Jazz del Mar del Norte
La Haya, 9 de julio.
El que se lleva la palma en esto de la polivalencia es el saxo tenor Scott Hamilton. Le llaman el mesías del jazz tradicional, y, quizá impulsado por ansias redentoras, se ha presentado en cinco o seis grupos diferentes. Claro que este segundo día estuvo dominado por los tenores. Aparte de lo de Plas Johnson y Red Tyler, y lo de otro Red, Holloway, hubo un homenaje a Buddy Tate en el que se juntaron no dos tenores, ni tres, sino ¡cinco! Uno de ellos, claro está, era Scott Hamilton; los otros, Harold Ashby, Flip Phillips, Lew Tabackin y un jovencito holandés que se llama Boris Vanderlek y que toca muy bien.
Aunque eso de la orientación estilística es aquí muy relativo, la segunda jornada ha resultado bastante visceral y negra. En la sala grande empezaron con George Benson y siguieron a base de soul, hasta culminar con el padrino de la especialidad, James Browni. Por otros recintos anduvo gente como Les McCann, Jack McDuff y el mencionado Red Holloway, aunque, también actuaron músicos rusos, indonesios y australianos.
El festival otorga unos premios, los Bird, a personajes destacados del jazz, y le han dado uno a Dizzy Gillespie. Nadie mejor que él para recibir un premio que lleva el nombre de quien fue su principal colaborador. Gillespie recibió el galardón rodeado por su nueva orquesta, con la que luego recreó los viejos arreglos de Gil Fuller y los más recientes de Lalo Schifrin. Los primeros conservan todo su brillo, pero los segundos parecen hoy algo historiados. Unos y otros quedaron afeados por la omnipresencia del guitarrista Ed Cherry. Mientras tanto, en otra sala, el Modern Jazz Quartet otorgaba una vez más a Ellington el premio de sus exquisitas interpretaciones.
Hubo también un buen concierto del grup Supersax. Estas reseñas son fragmentarias porque fragmentaria ha de ser la escucha de los conciertos si se quiere asistir a un mínimo de ellos. En algunos se puede descansar un ratito: pero, hasta el momento, donde uno ha estado más tiempo seguido ha sido en la cola para entrar.
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