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Tribuna:CATÁSTROFE AÉREA EN EL GOLFO
Tribuna
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La garantía de la ONU

Hay una línea de continuidad entre el reciente derribo de un avión civil iraní por parte de un barco de la Flota norteamericana en el Golfo Pérsico y la semidestrucción de una fragata de la misma Flota el 17 de mayo de 1987. Estados Unidos alega ahora que ha sido un lamentable error el que ha costado la vida a 290 pasajeros, entre ellos decenas de niños. Irak también afirmó hace 14 meses que el lanzamiento de un misil Exocet contra la USS Stark fue una equivocación. Este tipo de errores, además de los costes humanos que tienen, están poniendo en peligro la seguridad mundial y es preciso buscar responsabilidades que vayan más allá de los mismos operadores de las armas.La guerra entre Irán e Irak, que se inició en 1980, tiene raíces propias, pero está reforzada por los intereses geopolíticos de Estados Unidos, buena parte de Europa occidental y la Unión Soviética. La masiva venta de armas a la zona por parte de las dos grandes potencias y China, además de un cártel europeo que va desde Francia hasta Suecia, pasando por Italia y España, no tiene sólo fines comerciales. Irán es un país situado en una zona estratégica clave. Símbolo de difusión de un islamismo radical temido en Occidente y en parte del mundo árabe.

Antes de que se iniciara la guerra entre Irán e Irak, Estados Unidos, y posteriormente los aliados europeos, pusieron sus ojos sobre la zona del Golfo y la calificaron de altamente estratégica. La cadena de sucesos que llevaron a esa conclusión empezó con la crisis derivada de los aumentos del precio del petróleo y la revalorización subsiguiente del acceso que Occidente debería tener a los países productores. Siguió con la presencia cubana en Etiopía (1977) y continuó con las revoluciones en Afganistán (1978) e Irán (1979). La invasión soviética a Afganistán (1979) terminó de confirmar los temores.

También a fines de los años setenta Moscú y Washington alcanzaron una situación de paridad nuclear que abrió las puertas a la reflexión sobre la imposibilidad de un enfrentamiento convencional y nuclear directo en Centroeuropa que casi dos décadas después se está materializando en nuevos acuerdos de control de armamentos. La conclusión que sacó el establishment estratégico norteamericano fue que los desafíos -como muestran Vietnam, Nicaragua, Irán y otras revoluciones ocurridas en la década de los setenta- venían del Tercer Mundo. Por tanto, había que readecuar las fuerzas armadas para contar con unidades de despliegue rápido.

La guerra entre Irán e Irak ha pasado por diversas fases, desde el enfrentamiento masivo y directo en combates casi cuerpo a cuerpo hasta las llamadas guerras de los puertos y las inhumanas guerras de las ciudades.

Para EE UU, colaborar con Irak en la guerra de los barcos es una oportunidad para debilitar al régimen de Jomeini, con el cual tiene ya varias cuentas que ajustar.

Además, Estados Unidos eligió a Irán como aliado regional privilegiado desde los años cincuenta y aspira a recuperarlo de alguna forma después de la muerte de Jomeini.

EE UU -pese a que sólo importa el 4% de su petróleo del Golfo Pérsico- desplegó una parte importante de su Flota en el área a partir de junio de 1987. Poco después se le unieron naves francesas, británicas, italianas y de otros países de la OTAN. Un alto cargo militar norteamericano calificó entonces la operación conjunta como una excelente práctica para acciones fuera del área de la OTAN.

Por su parte, Fred Halliday, profesor de relaciones internacionales de la London School of Economics, considera que "la proyección de fuerzas militares de EE UU en el Golfo se convirtió en un medio importante para restablecer la disciplina general en la alianza occidental".

Fuerza internacional

Conviene plantearse una serie de cuestiones. La primera, si es lo más apropiado que el derecho de libre navegación de los buques cisterna lo controle una serie de países que tienen un papel destacado en la guerra -como Estados Unidos y Francia- y que han tomado partido por uno de los contrincantes. Parecería más adecuado, como lo han propuesto desde el Partido Laborista británico al Gobierno de la URSS y al candidato demócrata Michael Dukakis, que el Golfo fuese patrullado por una fuerza internacional para el mantenimiento de la paz enviada por las Naciones Unidas y formada fundamentalmente por países neutrales en el conflicto. La eficacia en la protección no estaría dada por la fuerza militar, sino por lo dificil que sería para Irán o Irak justificar los ataques. El secretario general de la ONU debería tener, además, más libertad de acción, no condicionada por un Consejo de Seguridad formado por países demasiado implicados en esta guerra.

La segunda es que la fuerza naval de EE UU y sus aliados en el Golfo es antes una provocación que una protección. Teherán y Washington tienen muchas y serias disputas. Y una fuerza naval que puede servir de apoyo a una expedición imprevista de las fuerzas de despliegue rápido norteamericanas es un temor iraní que no puede descartarse, ya que figura en los escenarios militares posibles de EE UU. Washington teme, a su vez, los ataques estilo guerrilla naval de Irán -y en ese contexto es posible que el avión civil haya sido derribado por error- Irán, por otra parte, amenaza veladamente con utilizar sus grupos terroristas freelance en Oriente Próximo para atacar intereses estadounidenses. Irak, a su vez, alienta a Occidente para que los disparos reboten y caigan sobre Teherán. Es hora de que la seguridad en el Golfo Pérsico esté garantizada de otra forma, porque el peligro de que esa guerra local pase a tener cada vez más participantes es minuto a minuto mayor.

Mariano Aguirre es coordinador del Centro de Investigación para la Paz y miembro del Transnational Institute (Amsterdam).

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