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El exasperante laberinto del centro francés

El dilema entre la alianza con el socialismo o la coalición con la derecha

Lluís Bassets

Hasta la reelección de François Mitterrand como presidente de la República, el pasado 8 de mayo, el centro político francés era una entelequia, un invento mitterrandista en el que sólo parecían creer los propios partidarios del presidente. Desde hace dos meses, el centro se ha convertido en el eje de la vida política, y su ocupación en el objetivo de buena parte de los partidos que lo rodean. Las elecciones legislativas han hecho trizas la unidad de la derecha y han arruinado las mutuas promesas de fidelidad reiteradas en los dos últimos años, cuando la RPR (Asamblea para la República) y la UDF (Unión para la Democracia Francesa) formaban la mayoría parlamentaria y entre derecha e izquierda había sólo el desierto.

El centrismo tiene ahora ocho ministros, todos a título personal, en el Gobierno de Michel Rocard, y su espacio político, convertido en mar de tempestades, es más que nunca un laberinto y una inextricable red de atajos que llevan a una alianza explícita o solapada con los socialistas.Mitterrand anunció en su campaña electoral sus propósitos de ocupación de lo que hasta el 8 de mayo era un terreno de nadie con su eslogan "Francia unida" y sus propósitos de apertura al centro, que se materializaron en el nombramiento como primer ministro de Michel Rocard -la personalidad socialista de sensibilidad más centrista- y en la entrada en el Gobierno de políticos de origen centrista, como los ex ministros de Giscard Lionel Stoleru y Michel Durafour. Rocard no consiguió, en cambio, la incorporación brusca de un grupo de ministros directamente vinculados a la UDF, como la ex presidenta del Parlamento Europeo Simone Weil, la única circunstancia que hubiera permitido mantener la anterior Asamblea Nacional y formar una mayoría presidencial sin convocar nuevas elecciones.

La antigua mayoría de derechas RPR-UDF, estimulada por el ex presidente Valéry Giscard d'Estaing, consiguió parar el golpe de una victoria socialista arrasadora mediante la creación de una lista electoral única que incorporaba la expresión del centrismo en su enunciado, la URC (Union pour le Rassemblement et le Centre). Con ello la derecha cerraba filas en torno a su antigua alianza, pero intentando fijarla sobre el centro-derecha. Los candidatos más dudosos y proclives a un acercamiento al mitterrandismo, pertenecientes principalmente al CDS (Centro de Demócratas Sociales), se veían obligados así a mantener la disciplina de la derecha para no desaparecer del mapa político.

El segundo Gobierno de Michel Rocard ha sido una apertura más eficaz y por tanto más dolorosa para la derecha. Dos diputados electos por la URC, JeanPierre Soisson (Partido Republicano) y Jean-Marie Rausch (CDS), y un destacado militante del CDS, Tliéo Braun, se han incorporado al Gobierno.

El Gobierno de coalición no es todavía un hecho, por cuanto no hay alianzas entre fuerzas políticas, pero la apertura empieza a ser una realidad y a producir estragos también en las filas socialistas, donde no todos están de acuerdo con llevar al poder a quienes eran considerados hasta las elecciones como rivales de la derecha.

Los transfugas

La galaxia o la ensalada que se denomina centro cuenta, a partir de ahora, con una compleja estratigrafía situada entre los socialistas y la derecha. En primer lugar, los mitterrandistas centristas que pactaron su incorporación prácticamente antes de la elección presidencial (Stoleru o Durafour).Luego, los tránsfugas de la URC y del CDS, que se han incorporado al Gobierno después de conseguir su escaño con la derecha (Soisson o Rausch). Inmediatamente después, el grupo parlamentario de la UDC (Unión del Centro), formado por una parte de los diputados del CDS, encabezados por Pierre Méliaignérie, Jacques Barrot y Bemard Stasi, que siguen en la UDF como formación política pero actúan como grupo parlamentario autónomo, y se preparan, de hecho, para un pacto parlamenta rio o incluso de gobierno coñ los socialistas para después de las elecciones presidenciales.

Caso aparte son Simone Veil, partidaria de Raymond Barre y miembro del consejo de la UDF, que no dudaría en entrar en el Gobierno si se le ofreciera una cartera de primer orden, y el propio Raymond Barre, electo por la URC y asimilado al grupo parla mentario de la UDC.

Barre ha mantenido varios contactos con Mitterrand y Rocard, que han deseado consensuar las primeras medidas políticas, principalmente respecto a Nueva Caledonia, pero también probablemente respecto al resta blecimiento del impuesto sobre las grandes fortunas. Ambos per sonajes cuentan con unos peculiares medios de influencia que desbordan las organizaciones clásicas y actúan como corrientes interpartidos.

El primero cronológicamente es el GIR (Grupo de Iniciativa y Reflexión), creado después de las presidenciales como club de debate en el que se reúnen personalidades de todos los partidos del centro y de la derecha, incluidos neogaullistas como los ex ministros de Chirac, los renovadores Alain Carignon y Michel Noir, en cierta forma los centristas del RPR.

El segundo lleva el extraño nombre de ELSE (Entente Liberal Social y Europea) y está formado por diputados barristas de la UDF no integrados en el UDC (algunos pertenecen al CDS sin pertenecer a su correspondiente grupo parlamentario), de forma que la fuerza parlamentaria susceptible de movilizarse alrededor de Raymond Barre alcanza, sumando ELSE y UDC, a más de 80 diputados. En el rincón que fianquea con el RPR quedan Giscard d'Estaing y sus propósitos de mantener la antigua mayoría de centro-derecha bajo el liderazgo de la UDF, es decir, su liderazgo. Su primer enemigo es Raymond Barre con sus sucesivos movimientos de acercamiento a los socialistas.

Cortina de humo

El precario mantenimiento de la UDF, que lo eligió presidente por aclamación, no tiene otro sentido para Giscard que el objetivo de reagrupar de nuevo la derecha con un nuevo lenguaje centrista. Su propuesta de gobierno de unidad, mitad para los socialistas, mitad para RPR-UDF, es la cortina de humo lanzada por el ex presidente para hacer suya la idea de la apertura al centro y convertirla en el principal punto de su programa.En la derecha deberá lidiar con varios proyectos de reagrupamiento desde el neogaullismo que rivalizan de una u otra forma con el suyo: el del ex ministro de Economía Edouard Balladur, que contempla la fusión del RPR y de la UDF, o sólo el Partido Republicano si es el único de la UDF que accede a ello; el del ex ministro de Trabajo Philippe Seguin, que desea relanzar el RPR como movimiento más populista y recentrado, o el del ex ministro del Interior, Charles Pasqua, de acercamiento a la extrema derecha.

URC, UDF, CDS, UDC, PR, RPR, más las agrupaciones transversales (GIR y ELSE), forman así una compleja e incomprensible galaxia, asimilable a las matriochkas rusas -dentro de la URC, la UDF; dentro el CDS, dentro la UDC, etcétera- pero comparable más exactamente a un laberinto, símbolo de la confusión y de la desorientación. Sus caminos se cruzan y llevan a Mitterrand, al desesperante punto de partida o, lo que es peor, a ninguna parte.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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