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Crítica:MÚSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tradición y modernidad

Un público no demasiado numeroso acudió a las dos noches africanas programadas por Los Veranos de la Villa. Cierto es que ni el mal tiempo de estos últimos días invitaba a presenciar espectáculos al aire libre ni el cartel ofrecía el atractivo de reunir a figuras consagradas en el mundo entero.Aunque ya se ha comentado en otras ocasiones, nunca está de más recordar que en África coexisten la música tradicional, que hunde sus raíces en el ámbito rural, y la llamada música moderna, producto inequívoco de las grandes urbes. Esta última es la que irrumpe ahora con fuerza en el mercado occidental, debido, en parte, a que ha sabido incorporar a su propuesta algunos de los logros de la tecnología actual.

Músicas del África negra

Kandia Kouyate y Toumani Diabate (Malí), Mbuye (Zaire) y Kintweni National (Zaire). Madrid, Muralla Árabe, 1 de julio. Elima (Zaire) y Roha Band (Etiopía). Madrid, muralla Árabe, 2 de julio.

Puede sorprender, a aquellos acostumbrados a la parafernalia electrónica de tantos grupos de pop, la austeridad de medios con los que se presentó la cantante Kandia Kouyate. Mientras Toumani Diabate con la kora, especie de arpa-laúd, y Boureima Kouyate con el balafon, primitivo xilófono de madera, iban creando un delicado fondo sonoro, la voz fuerte y clara de Kandia tejía largas historias. Una música de enorme frescura que consigue establecer un clima hipnótico. Cuando la vocalista se retiró, tuvo lugar un fascinante diálogo entre los dos virtuosos.

En coro

Los Mbuye aparecieron cantando y bailando en coro. Cubiertos de pieles y plumas, con el rostro pintado, los seis integrantes de la agrupación agitaban como posesos sonajeros y sonajas, obteniendo un sonido similar al que producirían decenas de cencerros. El baile, por momentos frenético, parecía tener connotaciones mágicas. Y uno lamentó no comprender su simbología, desconocer los entresijos de semejante rito.

El grupo zaireño Elima sustituyó al guineano Fode Youla, anunciado en un principio. Con sus esforzados percusionistas llegó la fiesta de los tambores, lo mismo golpeados con los dedos o la palma de la mano que con baquetas. Fue una pequeña muestra de la impresionante polirritmia africana.

Para el final de ambos días llegaron las formaciones más modernas. La Kintweni National es una típica orquesta de baile de Kinshasa que basa su música en el poderío rítmico de guitarras y percusiones. Ya en la década de los sesenta, bajo el influjo de la música afro-cubana, los congoleños comenzaron a consolidar un estila en el que brillaban con luz propia las guitarras. Hoy, la música moderna de Congo y de Zaire, también conocida como soukouss, es muy popular en toda África.

Si la Kintweni National no despertó grandes pasiones, la Roha Band, de Addis Abeba, en cambio, confirmó las expectativas y tuvimos la oportunidad de asistir a una animosa sesión de euskeusta, baile que consiste en mover los hombros como si se tuviesen escalofríos. Los dos cantantes de la banda, Mahmoud Ahmed y Neway Debebe, de marcadas tendencias arabizantes, se alternaron en los sucesivos temas, interpretando algunos al alimón.

En el bis de la Roha Band participó Kandia Kouyate. Con ella se cerraba el círculo. Sin duda, buen colofón.

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