Godot
Algunos comentaristas de política nacional, tanto en Francia como en Italia o España, especulan sobre el futuro de los respectivos partidos comunistas en relación con el éxito o fracaso de la perestroika, e incluso, en el afán de concretar hechos y fechas memorables o memorizables (no es lo mismo), señalan la conferencia nacional del PCUS como el chocolate que hará posible determinar el antes y después del chocolate. Es cierto que los forcejeos de la perestroika y la glasnost no son simple e indiferente paisaje para los comunistas occidentales, pero sería un error, tanto de los comentaristas como de los comunistas, si llegaran a pensar y a creer que la lógica interna de los comunismos occidentales depende de la lógica interna del comunismo soviético.Es obvio que el triunfo de la reforma de Gorbachov, si no es un mero retoque formal, puede reactivar la cultura comunista en el mundo entero, al menos liberada del lastre de la fosilización del modelo soviético. Pero no es menos evidente que ante los partidos comunistas de los países de capitalismo avanzado seguirá planteada la pregunta del qué hacer para lograr objetivos de transformación social y no quedar reducidos a residuos testimonialistas más o menos ejemplares. La respuesta a esa pregunta han de encontrarla en condiciones tan diferenciadas como las que determinan su grado de instalación social: no son los mismos factores de parálisis o de expectativa para un PCI, un PCF o los diferentes partidos comunistas españoles. Pero esa respuesta sí tendrá en común el haber despejado las dudas de su sentido histórico, es decir, de ser necesarios como instrumentos de transformación social dentro de la convención política, económica y cultural marcada por la democracia liberal.
Ésta es la cuestión, y no quedar a la espera de la reconstitución de un modelo, como quien queda a la espera de un Godot convertido en la coartada del propio sinsentido. Gorbachov ha admitido que su reforma llega con más de 20 años de retraso; 20 años aplazando lo que era evidente.
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