Punjab, bajo la ley del terror
La violencia se cobra más de 300 vidas en un mes en el Estado indio
Ocho jóvenes armados con rifles automáticos llegaron en la madrugada del pasado miércoles, en tres motocicletas, a la casa de Sarya Devi, de 55 años y miembro del Consejo de Dhalival, una aldea del centro del Estado indio de Punjab. Cuatro de ellos escalaron el pequeño muro de ladrillo. Segundos después, se oían unos disparos que despertaron a la vecindad durmiente. Devi y otros cinco miembros de su familia, incluyendo un nieto de tres años, habían sido ajusticiados. Los terroristas dejaron viva a Ladi Raj, de 20 años, y a sus dos hijas para que enterraran a los muertos.
Los asesinos eran separatistas sijs que acusaban a esta familia hindú, en una nota que garabatearon en un papel, de haber dado cobijo y descanso a las patrullas de la Fuerza de la Reserva Central de Policía (CRPF). Antes de abandonar la casa, los terroristas instaron a Ladi Raj a pedir socorro, pero nadie atendió la llamada. Tal vez, al día siguiente, unos cuantos de ello embalaron sus cosas y emprendieron el camino hacia las grandes ciudades de Punjab, donde se sienten más seguros, o si el miedo les ha calado, abandonaron definitivamente este Estado del norte de la India.Sólo en este último mes han muerto en Punjab cerca de 300 personas, unas a manos del terrorismo, otras a manos de la policía. El granero de la India, como se conoce a Punjab, se desangra en una lucha sin cuartel.
"El paso adelante tiene que darlo el Gobierno, como principio responsable de toda esta matanza; pero se necesita una sabiduría y un coraje del que carece", afirma Khushwant Singh, miembro del Parlamento indio de 1982 a 1936 y autor de diferentes estudios sobre los sijs.
Khushwant Singh se define como agnóstico y se identifica como sij, al tiempo que critica duramente el fundamentalismo religioso que crece en Punjab y daña a toda la comunidad sij.
Nacida en el siglo XV como un intento de unión entre el islamismo y el hinduismo, de los que quiso erradicar el fanatismo del primero y la división de castas del segundo, la religión sij, con más de 15 millones de creyentes, está amenazada desde 1978 por un fundamentalismo militante que ha dividido a sus adeptos. Obsesionados por fundar Kalistán -la tierra de los puros-, unos cientos de sijs han tomado las armas y matan indiscriminadamente a policías y a civiles, a mujeres y a niños.
Los Gandhi, culpables
La mayoría de los intelectuales sijs y algunos hindúes consultados apuntan al Partido del Congreso, que lidera Rajiv Gandhi -antes su madre, Indira, y antes su abuelo, Jawaharlal Nehru-, como el principal motivo de la inestabilidad de Punjab.Según los intelectuales, fue e Congreso el que respaldó al fundamentalista Jarnail Singh Bhindranwale, como método para dividir al partido sij Akali, gobernante en Punjab de 1977 a 1980.
El vecino Pakistán, que no perdona la interferencia india en la segregación de Pakistán oriental, ahora Bangladesh, es también acusado por todos de impulsar el terrorismo, de financiar y armar a los terroristas y de acogerlos cuando cruzan la frontera.
La muerte de Bhindranwale, junto con otros cientos de sijs, en la operación Estrella azul, realizada por el Ejército indio para acabar con los extremistas acantonados en el templo sagrado de los sijs, el Templo Dorado, en Amritsar, convirtió a éste en un mártir y desató definitivamente la fiebre independentista en una minoría de la juventud sij.
Al asalto del Templo Dorado siguió una búsqueda enloquecida de terroristas por la policía. Aldeas enteras fueron puestas en pie por la noche para ser interrogados sus habitantes, mientras efectivos policiales realizaban unos registros en los que se destrozaban enseres. La desconfianza y el recelo de los sijs hacia las Fuerzas Nacionales de Defensa comenzó a tomar cuerpo.
Pero lo que abrió una brecha insalvable entre las comunidades hindú y sij fue el asesinato de la primera ministra Indira Gandhi por dos sijs de su guardia personal, en noviembre de 1984, y la matanza de sijs por masas enajenadas de hindúes. En Nueva Delhi, los muertos ascendieron a más de 4.000. Parlamentarios de la oposición denunciaron como instigadores de la masas al Partido del Congreso y, concretamente, a los ministros A. K. L. Bhagat, de Radio y Televisión, y Jagdish Tytales, de Transportes.
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