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LA CARRERA HACIA EL ELÍSEO

De cómo hacer 'no política'

El elenco político francés se ha quedado sin voz. Esta es una de las principales enseñanzas de las elecciones de ayer. En los siete años trascurridos desde que François Mitterrand llegó al poder supremo en mayo de 1981, los temas de debate, los programas, el desarrollo de la campaña y la actitud de los ciudadanos han cambiado más que en los ochenta primeros años de este siglo. De la política tradicional, de los politicastros y sus trampas y demagogias electoreras, Francia ha pasado a la no política.Francia era un incendio devastador cuando el día 10 de mayo de 1981, Mitterrand, al frente de los socialistas y comunistas, se hizo con el palacio del Elíseo. La evasión de capitales fue un hecho, más o menos abultado. Había llegado la hora de hacer realidad las promesas revolucionarias: nacionalizaciones, supresión de la enseñanza privada, economía a la contra de las demás sociedades capitalistas, posibles modificaciones constitucionales, el final consecuente de la V República, y, para los caricaturistas, ya avanzaban sobre París los carros de Moscú.

Fue aquel el último embate de la Francia de siempre, de la derecha y de la izquierda. La derecha agitaba el esperpento comunista; era su arma preferida. Georges Marchais, el líder comunista, ha pasado a la historia como un clown que no supo resistir las tentaciones cuasi sexuales del morbo exhibicionista de la pequeña pantalla televisiva.

Todo el campo liberal conservador podía aún echar mano de las instituciones para dirimir el futuro de la República socialista que Mitterrand escondía entre sus papeles. El Partido Socialista, en su siguiente congreso, ofreció un espectáculo digno de los mejores tiempos del obrerismo. Fue entonces cuando se gritó, más o menos metafóricamente: "Hay que cortar cabezas". Sólo Mitterrand mantuvo la suya fría, en aquellos momentos tan cercanos y, al valorar los textos políticos, tan arcaicos.

La 'cohabitación'

La cohabitación fue la primera lección que el pueblo soberano le infligió a la clase política. Los dos años de maridaje entre Mitterrand y Chirac han sido un aprendizaje de política moderna. La demagogia tradicional sufrió un golpe mortal al tener que dirigir el país dos antagonistas forzados a pensar más en los intereses de la sociedad que en los de su casta política.Ahora, de hecho, no ha habido campaña. Chirac comenzó como siempre, amenazando con el peligro de la izquierda marxista, pero los sondeos le hicieron girar radicalmente. Mitterrand ha jugado a Don Tancredo. Su medio siglo de sabiduría le ha bastado. Y el chiraquismo se ridiculizó cuando, a última hora, quiso rehacer la historia con triquiñuelas y estratagemas como la aparición milagrosa de los rehenes de Líbano.

A los políticos se les acabaron las ideologías absolutas. André Gauron, experto socialista, nos explica: "En el primer septenio se ha gozado mucho del poder; pero ahora hay que crear algo, la política, por ejemplo".

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