Santo Domingo del Diente
700 médicos españoles estudian en la República Dominicana para obtener un título válido de odontólogo
Por las noches, el bar Nolosé de Santo Domingo (República Dominicana) se llena de estudiantes españoles de odontología. Eulogio, el dueño, es de Cuenca y sirve buena música, así como excelentes bocadillos de lomo condimentado al estilo de su tierra. Pero ni el Nolosé es la versión caribeña de La casa de la Troya ni estos estudiantes tienen motivos para la despreocupación. Para empezar, la mayoría supera sobradamente los 30 años y guarda a sus espaldas un pasado de médico en paro. Otros, simplemente, vinieron porque querían ser odontólogos y en España, dicen, la odontología es un coto cerrado controlado por la casta de los estomatólogos. Para venir, muchos de ellos han tenido que vender el piso o pedir un crédito.
Dos dictadores de solera llama dos Francisco Franco y Rafael Leónidas Trujillo firmaron en 1953 un acuerdo de cooperación cultural por el cual todo título de enseñanza superior obtenido por un ciudadano de cualquiera de los dos países en el país contrario quedaba automáticamente convalidado en el país de origen. El asunto empezó a provocar borrascas cuando rozó los intereses de los estomatólogos españoles, que vieron cómo, a lo largo de los últimos años, llegaban en tropel odontólogos graduados en las universidades privadas dominicanas, dispuestos a ejercer su profesión con pleno derecho.Dice Alejandro, que estudia en la UTECI (universidad Tecnológica de Cibao): "Una cosa es que lleguen dentistas chilenos o argentinos, a los que fácilmente pueden achicar o poner de ayudantes en sus consultas, dándoles sólo el 30% de los beneficios y otra muy distinta es que seamos los españoles los que regresamos con nuestro título perfectamente válido bajo el brazo y dispuestos a participar en el reparto del pastel".
"Los médicos en general no están contra la convalidación de títulos", añade. "Si a la República Dominicana hubiera venido gente a estudiar traumatología, por ejemplo, nadie habría dicho nada. Es el Colegio de Estomatólogos el que ha puesto el grito en el cielo". Se sucedieron las denuncias por parte del colegio, las presiones sobre el Ministerio de Educación.
Sólo faltó el descubrimiento de que una de las universidades, la Mundial, había vendido títulos falsos para que los representantes de los estomatólogos pusieran el grito en el cielo y denunciaran que todos los títulos obtenidos en tierras dominicanas eran un fraude.
"Eso ocurrió en el pasado y sirvió, precisamente, para que se creara el Consejo Nacional de Educación Superior (CONES), que controla las titulaciones por parte del Gobierno dominicano", explica el ingeniero Abraham Hazoury, vicerrector de la UNIBE (universidad Iberoamericana), a la que asiste el 70% de los casi 700 estudiantes españoles de odontología que hay en esta isla.
Las otras universidades son: la Pontíficia Universidad Católica Madre y Maestra, la universidad Eugenio María de Hostos, la universidad Odontológica Dominícana y la universidad Tecnológica del Cibao. "UNIBE está acreditada por el Departamento de Educación de Washington, porque recibimos préstamos federales y somos objeto de estrictas revisiones. La carrera consta de 12 cuatrimestres; lo que ocurre es que como la mayoría que vienen son médicos, se les convalidan asignaturas y queda en cinco cuatrimestres".
Prácticas en los barrios
"Tenemos cursos preclínicos y clínicos", cuenta Ricardo, uno de los alumnos, "pero incluso en preclínico ya hacemos prácticas en laboratorio. Lo mejor de estudiar odontología en este país es el material humano de que disponemos. Todas las universidades tienen la obligación de prestar asistencia sanitaria en los barrios más desasistidos y en la clínica se pasa consulta diariamente. Cinco horas diarias durante seis días a lo largo de cada cuatrimestre, más las cuatro diarias de teoría. Nuestra preparación es impecable". Por otra parte, dicen todos, es inútil intentar ingresar en la facultad de Odontología, que no se fundó hasta 1986 para cumplir con lo exigido por la CE: "No hay plazas, y las pocas que hay, como en Estomatología, se reparten entre parientes y amigos de los estomatólogos dominantes"."La gente cree que nos estamos dando la gran vida en el Caribe, pero lo que hacemos es estudiar mucho y ni siquiera sabemos si podremos ejercer en España", dice Dioni, que es de San Sebastián. "Yo me vine aquí porque estaba harto. Acababa de licenciarme como médico y no veía futuro. Con 25.000 como yo en el país, en el puto paro, odontología me parecía lo más viable".
"España es uno de los países que menos odontólogos tiene por número de ciudadanos, hasta el punto de que en el 92 tendrá que admitir a los excedentes de otros países de la CE% sigue contando, "pero el Consejo General de Estomatólogos lleva años presionando para que nuestros títulos no sean convalidados. El Gobierno, hasta ahora, ha practicado la táctica del avestruz. Se pide la convalidación, no dice nada y te supones que quiere decir que no. Entonces recurres al Supremo, y al final te lo dan, pero entre tanto pasan años. La mayoría de los que vuelven ejercen en una especie de clandestinidad; es decir, sin colgar el letrero de odontólogos, sino el de médicos".
La carrera les cuesta alrededor de 1.120.000 pesetas (10.000 dólares) y gastan otras 1.680.000 en vivir durante esos casi dos años: el piso, que sale por unas 50.000 pesetas y comparten entre tres o cuatro, la comida, vestirse, comprar instrumental de mano. Muy pocos tienen coche, "porque aquí los carros son de importación, muy caros, y hay que contar cada céntimo que gastas. Yo pedí un crédito para poder venir, y lo pedí superior a lo que necesitaba para poder pagar los intereses. Así que no puedo permitirme despilfarros".
Pero Santo Domingo es una ciudad muy extensa, por la que hay que desplazarse sobre ruedas. Los futuros odontólogos optan por la motocicleta, que es un medio muy inseguro para transitar por el infernal tráfico dominicano: "Ha habido muchos accidentes, y dos de ellos mortales". Los dominicanos han acuñado un dicho: "Blanquito motor, odontólogo español".
Bajarán los precios
Tienen poco tiempo para ir a la playa y sienten nostalgia de su país. En el Nolosé hablan siempre de lo mismo: qué harán al volver, qué pasará con su título. Entre tanto, aquí se han acostumbrado a algo que pondría los pelos de punta a los dentistas que defienden su coto privado: que la odontología no tiene por qué costarle al paciente un diente de la cara. "Eso no quiere decir", sonríen, "que seamos unos altruistas. Queremos ganarnos la vida al volver. Pero yo creo que como seremos más habrá más competencia y los precios tendrán que bajar por narices".Hace escasamente 10 días se firmó en Santo Domingo un acta por la que se modifica, adecuándolo a la situación actual, el antiguo convenio entre España y la República Dominicana. El punto rojo a tratar por las comisiones era, precisamente, el artículo por el que se convalidaban automáticamente en el país de origen los títulos de enseñanza superior obtenidos en el país contrario. Pese a que hubo momentos de tensión, al final ambas partes se mostraron satisfechas del resultado, que establece unas "tablas de equivalencias" que servirán para decidir no indiscriminadamente sobre la homologación de los títulos.
"Eso está muy bien", comenta Luis, de Navarra, médico que estudia odontología mientras su esposa, que también está aquí, trata de sacar el título de administradora de consultorio dental. "El problema es ver quién constituirá la precomisión que decida sobre las tablas de equivalencias, no sea que empiecen otra vez las presiones".
Según Abraham Hazoury, el acuerdo es positivo, porque, "en primer lugar, no es retroactivo ni afecta a los que estudian actualmente. Y, en segundo lugar, las universidades en regla no tienen nada que temer ante la regulación. Y las que no cumplen tendrán que ponerse a la altura".
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