A punto de estallar
Polonia se halla de nuevo, mucho antes de lo esperado por el régimen, la oposición y los observadores extranjeros, en el umbral de una crisis política. Aún no ha estallado, pese a la escalada de conflictividad laboral, que ya afecta a un centro histórico del movimiento obrero polaco: los astilleros Lenin, en Gdansk. Allí se fundó Solidaridad y allí han germinado protestas que se extendieron por todo el país e hicieron peligrar al régimen.Nadie puede vaticinar cuándo se dará la primera confrontación directa entre el régimen y los trabajadores. Pero nadie excluye que pueda ser inmediata. No se puede siquiera establecer cuál es el grado de control de la protesta que ostenta Solidaridad. Este sindicato ha sufrido la desmovilización del pueblo polaco durante siete años de frustración y creciente amargura por las cada vez peores condiciones de vida.
Durante siete años, el general Wojciech Jaruzelski tuvo todo el poder en sus manos. Nada ha podido hacer para evitar la actual situación de bancarrota política. Nadie puede negar a Jaruzelki su genuina voluntad de cambio. Como otros reformistas, tuvo primero una dirección soviética que no confiaba en él. Entre la nueva dirección del Kremlin goza de confianza. Sin embargo, es ya preso de su rechazo al diálogo con la oposición organizada y de su miedo a que el partido pierda el control. Jaruzelski es víctima del dilema de todo el este de Europa, del sistema socialista en general.
La respuesta de los astilleros Lenin al llamamiento a la huelga del líder sindical Lech Walesa ha sido rotunda. La rápida concesión de subidas salariales en la fábrica Dolmel, en Wroclaw, donde, pocas horas después de comenzar la protesta, la empresa accedió a las demandas de los 3.700 trabajadores, supone un paso más hacia la extensión de las protestas. Significa también, traslas concesiones a los trabajadores de Stalowa Wola, en el sur, un fortísimo revés al intento de mantener una disciplina salarial, imprescindible para la reforma económica.
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