En EL PAÍS
del pasado día 17 se ha publicado un artículo de Isaías Lafuente con el título de El último muerto de la guerra civil y con el subtítulo de 25ª aniversario del fusiamwnto de Jubán GrimauPara los que vivimos de cerca la clandestinidad política de aquella época es muy interesante lo que relata dicho autor sobre el caso Grimau. Sin embargo, existe una importantísima desviación de la realidad en el artículo citado.
Concretamente, me refiero a las torturas que padeció Julián Grimau en la Dirección General de Seguridad, en el edificio de la Puerta del Sol de Madrid, es una cuestión tan necesaria el referirse a ellas que no se comprendería nada si se elude tal asunto. Porque fueron tan salvajes que incluso lo arrojaron por una ventana del tercer piso (o, desesperado, se tiró él, que para el caso es lo mismo) al callejón de San Ricardo, en la parte trasera de la DOS.
Entre las torturas y la caída,
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estuvo entre la vida y la muerte durante varias semanas. Se puede asegurar que una de las razones para no conmutarle la pena de muerte a que fue condenado fue precisamente para ocultar en su cuerpo las huellas de las torturas. Cuando lo llevaron a fusilar, fisicamente era casi un cadáver. En un libro publicado por el abogado Amandino Rodríguez y el periodista Novais se detalla toda la horrible odisea sufrida por Grimau, y creo muy conveniente que el señor Lafuente debería haberlo leído antes de escribir el citado artículo para referir lo ocurrido a Julián Grimau por los torturadores gestapistas de la Brigada Político-Social del régimen franquista.- Juan A. Portela Rodríguez.
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