Los bancos vuelven a la industria
La recuperación económica, el mayor tamaño y los nuevos gestores propician la compra de acciones
La recuperación económica, la entrada de nuevas personas en los órganos de decisión de los grandes bancos nacionales y los temores ante la competencia creciente, que estallará con toda su intensidad a partir de 1992, cuando se produzca la libre circulación de capitales entre los países miembros de la Comunidad Europea (CE), están cambiando de nuevo la estrategia bancaria para los próximos años. Los grandes bancos, que quieren que se les defina como universales, han vuelto de nuevo la vista hacia los conglomerados industriales.
El retorno a la vocación industrial que parece haber vuelto a marcar la estrategia de los grandes bancos aparece, por otra parte, como una de las fórmulas que les garanticen la presencia en los propios mercados financieros, cuya evolución, según lo previsto, estará sometida a importantes índices de desarrollo durante los próximos años.Junto a ello, la banca ha optado por mantener los niveles de atención a los clientes particulares, pero volviendo a las cuotas de mercado tradicionales.
Hace pocos días, el ministro de Industria y Energía, Luis Carlos Croissier, reconocía su satisfacción ante el evidente interés mostrado por la banca en el sector energético. "Los grandes bancos nacionales han vuelto a mostrar deseos de participar directamente en el capital de las grandes sociedades eléctricas, cuando hace algo más de un año estaban locos por deshacerse de este tipo de participaciones", señalaba.
Para Croissier, este cambio de actitud no sólo significa "que el sector eléctrico presenta en la actualidad un marco general más saneado que entonces, sino que está teniendo lugar un cambio en la estrategia bancaria".
En realidad, los movimientos que están teniendo lugar en los últimos meses no son nuevos. Casi todo está inventado ya, y lo que representa es una vuelta a la situación anterior a la crisis del petróleo. En aquellos años los grandes bancos españoles tenían posiciones importantes en la mayor parte de los grupos industriales, a los que habían ayudado a formarse en los años del desarrollismo tecnocrático e incluso antes.
Según el análisis realizado hace unos días por el presidente de uno de los siete grandes, la banca española ha crecido históricamente "a lo ancho", introduciéndose en el sector industrial, ante la práctica imposibilidad de crecer "a lo largo" en la internacionalización de su propia actividad.
Pero la crisis iniciada en la primera mitad de los años setenta y las presiones políticas de esos años y los siguientes aconsejaron una retirada estratégica. Este repliegue constituyó en algunos casos una opción definitiva, y en otros, simplemente formal.
La caída de las bolsas españolas de aquellos años y la crisis industrial hicieron que los bancos fueran desprendiéndose de algunas de sus participaciones accionariales -apelando, en muchos casos, al ahora renacido capitalismo popular, y en otros, al paraguas protector del Estado, que aceptaba quedarse con las empresas en pérdidas-, al tiempo que mantenía el control real sobre las sociedades que les interesaban a través de las sociedades de cartera, cuyas acciones se repartían normalmente entre los accionistas de los bancos, pero que diluían formalmente la concentración del poder del sistema financiero.
De los siete grandes bancos nacionales, sólo dos mantuvieron de forma clara un grupo industrial más o menos importante, el Central y el Español de Crédito (Banesto), que lo tuvieron que utilizar en los últimos ejercicios para obtener las plusvalías suficientes. Con ellas se ha permitido llevar a cabo todo el proceso de saneamiento y provisiones a que se han visto obligados por la baja rentabilidad media de los recursos totales empleados.
El resto de las grandes entidades, con mayor o menor intensidad, se fueron saliendo de sus participaciones industriales, aunque en algunos casos concretos y en sociedades determinadas optaron por mantener una presencia relativamente activa.
La nueva vocación
El ajuste de la economía registrado en los últimos años, sumado al fuerte crecimiento de los excedentes empresariales derivado de esta situación, han permitido recuperar la rentabilidad de buena parte de las empresas españolas, al tiempo que les hacía posible generar una liquidez suficiente para intentar, en algunos casos con éxito, la entrada en el mundo de la gran banca por la puerta de los propietarios.
La mejor situación de las cuentas empresariales ha hecho apetecible volver a tener el control de algunas de ellas, al tiempo que la llegada de empresarios a los bancos ha vuelto a acercar los dos mundos.
Junto a ello, el redimensionamiento de la banca española, provocado por el proceso de fusión de los bancos Bilbao y Vizcaya, y por las conversaciones que se mantienen entre otras entidades, permite afrontar con ciertas garantías de éxito la vuelta al control de sociedades industriales.
De ahí las continuas decisiones que en los últimos meses se están tomando sobre la adquisición de paquetes de acciones de relativa importancia por parte de los grandes bancos españoles.
Aunque, como señalaba un alto cargo de la Administración, "lo que se está discutiendo con estas operaciones es quién detenta el poder en las grandes sociedades o quién lo comparte, a partir de un paquete accionarial que, en cualquier caso, sigue siendo pequeño".
"No se puede olvidar", añadían estas mismas fuentes, "que las compras de acciones están afectando a un porcentaje del capital que normalmente no supera el 5% del total y que, sin embargo, permite tomar posiciones importantes en los consejos de administración, en las decisiones estratégicas de esas compañías, y participar en el negocio bancario derivado".
Paralelamente, la vuelta al entramado industrial en cualquier caso no plantea sólo cuestiones positivas, sino también problemas a medio plazo que reclamarán un prolijo esfuerzo de análisis. Los grandes bancos nacionales tienen unos recursos propios importantes, pero limitados, sobre los que descansa el volumen máximo de riesgos que pueden asumir en sus inversiones.
Ello supone ya una limitación a la capacidad de presencia industrial para garantizar la solvencia de la entidad ante posibles problemas.
El segundo gran problema es el propio proceso de transformación de la actividad financiera que ha tenido lugar en España y que ha llevado a repartir el balance de las entidades bancarias en tres grandes grupos: en primer lugar, los créditos y préstamos ordinarios; en segundo lugar, la intermediación de activos financieros, y, por último, las participaciones accionariales.
La rentabilidad que obtienen por el primer tramo, que es de todas formas el más importante, es la más alta en términos reales y la que permite mantener altas tasas de crecimiento de las provisiones globales y de los resultados.
La desintermediación de activos financieros -tanto públicos como privados- presenta una rentabilidad final muy pequeña. Esta situación viene a plantearse aun cuando las cifras finales puedan ser elevadas en la medida en que el volumen de negocio que se mueva también lo sea.
Rentabilidad industrial
Por último, queda el rendimiento final de las participaciones accionariales, que suele ser bastante pequeño si se calcula sobre el capital real desembolsado por la compra de dichas acciones.
Este hecho se hace especialmente notable en los momentos actuales, en los que el precio de las acciones está relativamente alto. De acuerdo con el análisis de diversos observadores, para los bancos, la rentabilidad real que estas carteras de valores les proporcionan oscilan en torno al 2% o el 3%. Esta proporción se aleja de manera muy considerable de los cinco o siete puntos que obtienen de rentabilidad media para el tramo de créditos y préstamos en estos momentos.
Esta situación genera un freno a corto plazo a la estrategia de "vuelta a la industria" de la banca, ya que un exceso de cartera de valores industriales -por buenos que sean esos títulos- reduce de forma drástica los recursos generados por las entidades bancarias y baja la rentabilidad final para los accionistas.
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