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Índice

Ahora sólo nos queda esperar al número del mes que viene. A ver si el índice de precios al consumo es más favorable o decrece alguno de los déficit norteamericanos o se enmiendan algunas de las tasas por el estilo. La economía y la manifestación de su coyuntura han adquirido los modos de las loterías y el espíritu de los sorteos: a fecha fija sale un número sobre el que todo el mundo tiene puesta la mirada. El número se lee como extraído de un bombo, caído del cielo, y estallan entonces los lamentos o el alborozo.Muy lejos de transmitimos la impresión de que se ha adelantado en racionalidad, se han mejorado los instrumentos de información y control, lo que los Gobiernos parecen interesados en propagar es la idea de que la desventura está en manos de la fatalidad. Nadie pudo prever lo ocurrido y, sin embargo, no tenía más remedio que ocurrir. Cuando el dato salta y es malo, lo único que queda es apechar con él. Si es muy malo, numerosos analistas en seguida prevén un futuro todavía peor.

Resulta desolador que con la electrónica, los fotosondeos y la comunicación instantánea de punta a punta sea imposible observar de modo continuo cómo van las cosas y se pueda enderezar una situación cuando empieza a torcerse. No se comprende, la verdad, qué están haciendo los empleados durante los días del mes que no son los del anuncio de la cifra. Ni tampoco se comprende, visto el interés que suelen mostrar los responsables en este día, por qué no se preocupan permanentemente,

La impresión, acaso falsa, es que la totalidad de los individuos mezclados en este asunto, desde los economistas hasta las autoridades políticas, pretenden hacer creer que lo que pasa -es decir, lo mallo que pasa, puesto que lo bueno encuentra siempre autores- proviene de fuerzas ineluctables y ocultas, tal como proclamaban los pueblos salvajes. Efectivamente, desde la epidemia de enfermedades misteriosas hasta los crash, desde el terrorismo hasta el asesinato de Estado, el auge del primitivismo es una plaga.

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