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Entrevista:

"América Latina puede perder el tren de la historia"

Entrevista con Enrique Iglesias, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo

Francisco G. Basterra

FRANCISCO G. BASTERRA América Latina o da el gran salto adelante de la modernización o corre el riesgo de perder el tren de la historia", afirma el uruguayo Enrique Iglesias, nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), días después de tomar posesión de un puesto difícil que le enfrenta con Estados Unidos, que quiere controlar esta institución multilateral. Pero Iglesias, de 58 años, asturiano de nacimiento, tiene muchas lunas de rodaje económico y político. Promete evitar el choque frontal y confía en alcanzar un "consenso razonable sin violar el carácter multilateral del BID".

El grave problema que afronta es que la Administración de Reagan, específicamente su secretario del Tesoro, James Baker, se niega a reponer capital al BID (aporta el 34%) sin obtener antes prácticamente un derecho de veto sobre los préstamos del banco, que considera que no fomentan las economías de libre mercado.Iglesias no es tampoco un pesimista respecto al futuro de Latinoamérica, donde ve "un nuevo pragmatismo generalizado que no existió nunca". Este ex banquero privado y público, ex ministro de Exteriores de Uruguay, ex secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y premio Príncipe de Asturias de la Cooperación Iberoamericana, está dispuesto -trabajando 12 horas diarias- a darle la vuelta al BID reformando una institución que se ha quedado pequeña para el reto del desarrollo de América del Sur.

Iglesias recibió a EL PAÍS en su despacho del banco, integrado por 44 miembros, entre ellos España, y cuya capacidad de préstamo anual es de 3.000 millones de dólares. Admite que los primeros meses van a ser muy duros. Se ha visto obligado a nombrar como vicepresidente a un halcón del Tesoro norteamericano, James Conrow, que ha criticado duramente al BID, y puya propuesta de nombramiento por la Administración de Reagan provocó la retirada del anterior presidente del BID, el octogenario Antonio Ortiz Mena.

Pregunta. ¿Cómo va a convencer a EE UU para que aumente su capital en el BID sin perder al mismo tiempo el carácter multilateral de la institución, que no permite a un solo contribuyente bloquear un préstamo?

Respuesta. Quiero un banco nuevo y renovado, que sea un gran instrumento de la modernización y el cambio. Y creo que en estos objetivos coincide también EE UU. Pienso apelar a un comité de revisión de personalidades de países miembros del BID que me ayuden a repensar el banco y hacer una propuesta global de reestructuración a los países miembros. El problema es cómo generar mecanismos que nos permitan asegurar la eficacia en asignación de los recursos y dar garantías, a las que tienen todo el derecho, a los países aportadores del capital, no sólo EE UU, también los europeos, Japón y Canadá. Pero no se puede hacer esto violando la naturaleza multilateral del banco. Prefiero poner este punto al final del proceso y no al principio, y empezar por todo lo demás: definir el banco, reestructurarlo, poner en marcha los mecanismos de ajuste. Pero haciéndolo con nuestra propia idiosincrasia, que debe ser respetada y reconocida, porque si se rompe abruptamente puede provocar traumas. Vamos a. trabajar juntos con Estados Unidos.

P. En EE UU su nombramiento ha sido recibido negativamente. Ha sido acusado de mantener una filosofía intervencionista, de que usted tiene más fe en el Estado que en la iniciativa privada. ¿Qué opina de esto?

R. Todos hemos tenido ciertas perspectivas en ciertos momentos de la vida y hemos evolucionado con los hechos. Soy el primero en reconocer que el Estado es un elemento que hay que redimensionar en América Latina, como en todo el mundo. Y el primero en admitir también que el sector privado tiene un papel clave en la salida de nuestros problemas porque somos economías de tipo mixto.

Perder más década

P. ¿Cree que las recetas de ajuste económico mediante la privatización y el libre mercado que predica EE UU, a través del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, es válida para América Latina?

R. Es muy difícil entrar a opinar, y no debo hacerlo, sobre la política de ningún organismo internacional. Pero sí le diré que hay hoy en el mundo unas tendencias universales que parten de una revisión del papel del Estado y una revalorización del papel de la iniciativa privada, y a esa tendencia no se puede escapar América Latina, como no se escapa hoy ningún país del mundo capitalista, ni socialista.

P. ¿Qué opinión le merece la utilización política del arma económica? Concretamente estoy pensando en lo que está haciendo Estados Unidos con Panamá.

R. Como funcionario internacional me tengo que remitir a aplicar los estatutos del BID tal y como están. A niveles políticos esto es algo que corresponde a los Gobiernos. No puedo decir otra cosa.

P. ¿Tiene futuro Latinoamérica? ¿Adónde va el continente? ¿Dónde estará en el año 2000?

R. Se ha perdido una década, la de los ochenta, de progreso social y económico en el continente. En el mejor de los casos, en el año 1990 vamos a llegar a los niveles de vida del año 1980. La década del noventa es clave para Latinoamérica. Tiene que ser la de la gran modernización, de reconstrucción económica, porque o lo entendemos así y damos el gran salto adelante o América Latina corre el riesgo de perder el tren de la historia. El continente atraviesa una crisis muy profunda de estancamiento.

Partimos de una situación muy baja, con unas demandas sociales insatisfechas cuya postergación es un elemento peligroso para las nuevas democracias. El esfuerzo que hay que hacer es monumental. Pero soy relativamente optimista porque creo que hay cambios en América Latina. Un nuevo pragmatismo que se está generalizando y que no existió nunca. Un abandono de tesis excesivamente ideologizadas. Un reconocimiento de que hay que hacer cambios inevitables más allá de las ideologías.

El crecimiento, solución a la deuda

El nuevo presidente del BID se muestra algo optimista con respecto a la deuda externa del continente (400.000 millones de dólares). "Estamos mucho mejor que hace cinco años", dice, "aunque el problema no esté resuelto. Y en los hechos están apareciendo las soluciones por las que abogábamos los países endeudados. La moratoria no es una solución, las soluciones parten del diálogo y la negociación. No hay solución si no es a partir del crecimiento. Los países deudores requieren una amplia gama de oportunidades. El propio mercado está sugiriendo salidas como la reducción del valor de la deuda, negociado en los mercados secundarios. Esto me hace ver el futuro con cierto optimismo"."Creo que el BID debe estar cerca del tema de la deuda, como consejero de los países, dialogando con ellos, aunque no tenemos el peso de las, instituciones de Bretton Woods. Pero hay que procurar que el banco tenga flujos positivos con sus Gobiernos miembros porque, si no contribuye a la solución, está agravando la deuda. Creo que se va a ir abriendo algún papel a los organismos multilaterales para la utilización de los mercados secundarios para ir solucionando el problema de la deuda. No tengo una respuesta de cómo hacerlo, pero, al BID le gustaría participar".

Papel de España

Pregunta. ¿España es un puente efectivo entre Latinoamérica y Europa, o se trata de una nueva retórica? ¿Cuál es el papel de España en el BID?

Respuesta. Lo de puente puede tener consideraciones ambivalentes y un poco incómodas. España es un interlocutor privilegiado dentro de la CE con Latinoamérica, porque es un auténtico socio histórico de América Latina. La comprensión de los problemas de este continente ha mejorado sensiblemente con el ingreso de España en la CE. Es un hecho real. Nosotros reconocemos ese papel clave jugado por España.

El papel de España en el BID es extremadamente positivo, es un interlocutor muy comprensivo.

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