En torno al violín

Las dos orquestas oficiales rindieron esta semana culto al violín. Con la RTVE tocó Rafael Oleg (París, 1959), tercer gran premio en el concurso Long-Thibaud, 1977, y primer galardón (ex aequo) con Ilya Kaler, de la Unión Soviética, en el Chaikovski de Moscú, 1986.El Concierto para violín en re menor, por mucho que se quiera, es una composición secundaria de Robert Schumann (en Madrid la programó la ONE en 1984) y no acaba nunca de entusiasmar al público. Oleg es músico de grandes refinamientos técnicos y sonoros, de voz íntima más que potente, de dicción y frasco esmerados, especialmente ideal para los géneros de cámara, como lo demuestra su grabación, excelente, con el pianista Yves Rault, de las sonatas schumannianas.

El autor del Carnaval fue un espíritu aparte y quizá por ello dio lugar a adscripciones entusiastas y a schumannismos encendidos, como entre nosotros fueron los de Carlos Bosch y José Subirá. La Sinfónica de RTVE, dirigida por el holandés Ronald Zollman, que fuera discípulo de Markevitch y actual profesor de dirección en el Conservatorio de Bruselas, colaboró con calidad, que alcanzaría mayores grados, en la Cuarta sinfonía en re menor, del mismo Schumann.

Imágenes sinfónicas

Antes expuso una muy personal y analítica visión de Abstracciones, serie de imágenes sinfónicas de Salvador Pueyo (Barcelona, 1935), inspiradas en Yerma, de García Lorca. Si el detallismo de Zollman nos hizo percibir cuantas bellezas contiene la partitura, premio Ciudad de Barcelona 1965, el tiempo moroso, pero sin gran tensión, limitó el éxito de Pueyo, uno de los más destacados nombres entre los actuales creadores musicales de Cataluña. En el intermedio, que se tornó interminable, hubo gresca, pues parte del públicó protestó ante el anuncio de que la próxima temporada la RTVE se instalará en el Monumental.En la Orquesta Nacional, Agustín León Ara nos dio una limpia, honda, lírica versión del Concierto para violín y orquesta, de Roberto Gerhard (que había tocado Gruenberg con Ros Marbá en 1979). Escrita en 1943 la página del discípulo de Pedrell y Schoenberg, se sitúa en un punto intermedio entre la herencia del primero y el aprendizaje con el segundo.

Contiene cosas muy bellas que fueron resaltadas con dominio y musicalidad por el concertista tinerfeño, con el que colaboró la ONE bajo la dirección de Carlos Kalmar (Montevideo, 1958). Mucho menos acertado en la Obertura de los maestros cantores, que pasé casi inadvertida (y ya es decir) y decididamente vivo y motorista en la Sinfonía italiana, de Mendelssohn.