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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Ser catedrático

Acaba de celebrarse en la universidad Autónoma de Madrid el concurso a cátedra de Historia de la Filosofía Moderna. El bochornoso espectáculo allí contemplado me sugiere estas reflexiones que espero tengan a bien publicar.¿Cómo es posible que un profesor de la valía de Antonio Ferraz, cuya profundidad de pensamiento me consta, no merezca la titularidad de una cátedra universitaria? Su dilatada labor docente en esta misma universidad, su constante dedicación a la investigación y su prestigio internacional -es miembro de número de la Academia Internacional de Historia de las Ciencias- parecen méritos más que suficientes para merecerla. ¿Por qué entonces se le ha negado? Quizá haya sido su honestidad intelectual y humana la que le ha cerrado las puertas. Por contra, no es raro encontrar catedráticos de Filosofía que no han publicado un solo libro que merezca el nombre de tal. Basta con alguna traducción mediocre, tal vez un texto de bachillerato o una conferencia de cuando en cuando. Pues bien, si alguien pretende medrar en este ambiente, más que demostrar su talento, debe procurarse un hueco en alguno de estos grupos y esperar su oportunidad. De esta forma, cualquier inepto lo suficientemente ambicioso puede ocupar una cátedra y pontificar desde ella. Y el resultado es que los estudios de filosofía llevan camino de convertirse en un remedo de las antiguas universidades escolásticas.

No es cuestión de desenterrar a santo Tomás, hay que modernizarse; finalmente, así se ha comprendido. Hoy es Heidegger o Foucault, mañana puede ser cualquier otro, ¡qué más da! El caso es estar al día para poder apuntarse la simpleza más aguda, encontrar el texto inédito o dar la interpretación inverosímil, que resulta ser luego de dominio público. ¿Qué frutos puede dar una universidad de esta índole?

Algunos de los asistentes al concurso llegamos a pensar que había miembros del tribunal que o no querían entender lo que allí se esta ba exponiendo o realmente no se enteraban de nada; de otra forma no tienen explicación ciertas preguntas que se hicieron. Cuatro siglos después de la revolución renacentista, todavía hayquienes viven -filosóficamente hablando- según el estilo de vida medieval. Estos filósofos no parecen haber aprendido las lecciones de la historia. Creo que no tienen futuro desde el momento en que no son capaces de desarrollar una filosofía que pueda entrar en diálogo con la ciencia de su tiempo-

Profesor de Filosofia.

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