Giscard d'Estaing, el poder, el amor y la muerte
El ex presidente francés publica sus memorias en vísperas electorales
El ex presidente de la República Valéry Giscard d'Estaing, el único francés vivo que ostenta por el momento este título, ha elegido las semanas previas a la campaña electoral para publicar el primer volumen de un libro que no osa reconocerse como lo que es, sus memorias, y prefiere presentarlo así: Un ensayo para comunicar la vivencia de mi septenato: lo que he sentido, moral, física e intelectualmente. El ex presidente desgrana recuerdos y nostalgias, en los que despunta más de una confidencia política y, en cualquier caso, la cara humana de la efigie del poder. Si se atiende a los temas que sobresalen podría haberse titulado El poder, el amor y la muerte.
Giscard ha elegido como título, sin embargo, El poder y la vida, siguiendo una rica tradición francesa de dicotomías que sirve de pórtico a las reflexiones de los hombres políticos de este país tan literario y retórico. Surgen en la memoria algunos títulos representativos del gusto por las dualidades. François Mitterrand ha escrito La abeja y el arquitecto y La paja y el grano. Su consejero especial Jacques Attali, La palabra y el instrumento y Lo propio y lo figurado. El ex ministro de Educación Alain Devaquet, el del movimiento de noviembre de 1986, La ameba y el estudiante. Y mucho antes, André Malraux, La cuerda y el ratón, o Maurice Schumann, Honor y patria.El espíritu de contradicción, la complementariedad de los opuestos o el propio maniqueísmo de la política en Francia hallan en este tipo de expresiones una forma concisa y rica de alusiones. En el caso de Giscard, esta dualidad define perfectamente la oposición entre el hombre que encarna la función presidencial y la imagen aureolada que ofrece a sus conciudadanos.
Giscard abre su libro contando sus apuros al descender de un camión militar en la plaza de la Bastilla, el 14 de julio inmediato a su elección, cuando se siente asaltado por el vértigo y por la duda estúpida de si debe bajar de espaldas, con la consiguiente falta de prestancia presidencial, o de cara, con el riesgo de un tortazo. "Pensando en este recuerdo, me he decidido a escribir este libro sobre el extraordinario equívoco que aleja a los gobernados de los gobernantes, haciéndoles creer que pertenecen a especies humanas distintas".
Todo el libro está guiado por las ansias de desvelar este falso misterio, que levanta en las gentes la curiosidad por saber qué piensan los poderosos de este mundo en los momentos de silencio solemne. "Ninguno de mis acompañantes podía adivinar mis pensamientos. Estaban absorbidos por la curiosidad y la pasión del instante presente. ( ... ) Veían en mí a un personaje totalmente ocupado por su función, identificado con ella, como alguien cuyo uniforme se hubiera girado hacia el interior hasta convertirse en su piel, su carne y su sangre. Es en estos momentos, repetidos a lo largo de los años, más que en los momentos de tomar decisiones, cuando yo he percibido lo que se ha convenido en llamar la soledad del poder".
Reflexiones
¿Qué piensa Giscard en su secreto fuero interior de presidente? Al decir de sus memorias, la muerte y el fluir implacable del tiempo ocupa buena parte de sus reflexiones. La enfermedad y la desaparición de su antecesor Georges Pompidou, las dolencias o la muerte de los jefes de Estado que conoce, la memoria de los desaparecidos que se halla pegada como polvo sobre los salones y objetos del Elíseo, conmueven al presidente, que apenas puede esconder en su relato cómo llega a interiorizar estas emociones en forma de aprensiones y malestares físicos. El presidente abandona un consejo de ministros para echarse mareado en un diván o sufre durante una ceremonia oficial o una misa.En el otro extremo, el presidente revela otra pasión irresistible. Giscard d'Estaing está enamorado. A nadie puede sorprender. Menos que nadie a los franceses, hostiles al puritanismo anglosajón, que permite estruendosas caídas cuando el poder está indebidamente encamado, y hostiles también a un cierto exhibicionismo latino que tiende a poner el catre en el centro de la vida política.
Es proverbial la sonriente discreción y la naturalidad con que los franceses hablan de las amantes de sus presidentes. Pero Giscard ha conseguido con sus memorias sobrepasar todas las previsiones sin romper el silencio de su intimidad ni estropear su imagen familiar. Giscard confiesa, sin más, que uno de los secretos de su septenato es que ha estado enamorado de 17 millones de francesas. "Se me dirá seguramente que es trivialidad o demagogia. Pero lo más curioso, la naturaleza misma de mi secreto, es que era rigurosamente exacto. Cuando yo pensaba en ello reía, diciéndome que Enrique IV era a mi lado un monaguillo".
En Francia no hay 17 millones de mujeres, sino 28. Los 17 millones que enamoraron a Giscard son las mujeres adultas, en edad de amar. Giscard, en sus siete años de deambular por los pueblos y ciudades de Francia, fue un sátiro visual. "Un periodista ha escrito que mi concepción de la actitud presidencial está basada en la mirada. ( ... ) A base de mirar a las francesas, las he visto y me he enamorado. Hay que tomar la palabra en su sentido más exacto". Una prueba que no ofrece dudas es su descripción del discurso electoral pronunciado por una ministra de su Gobierno: "Su cuerpo es musculoso, con movimientos de una soltura felina y unas piernas que me parecen bronceadas. Un extraño pensamiento me atraviesa: cuando hace el amor, debe. poner en ello idéntica vehemencia".
Sobre el poder, el amor y la muerte, Giscard no escribe casi nunca con la ampulosidad y la pompa que muchos quisieron ver en su mandato. No faltan las ironías ni los reproches dirigidos a sí mismo, y en cualquier caso siempre surge finalmente un ligero tono elegiaco y nostálgico. "En la acumulación de impresiones, sensaciones que todos mis sentidos acogen, mi memoria me obliga a aceptar la realidad, esta realidad que percibo como presente todos los días en el fondo de mí mismo, y que sólo temo reconocer: fue ayer".
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