La crítica de los elegidos
Las recientes mariscaladas, juglarescas y gurruchaguerías han desatado -dentro y fuera de Cataluña- una memorable catarsis de escándalos y contraescandalizaciones. Quien suscribe pertenece a la tercera generación de escandalizados: la de los afectados por el lío que están armando los que se escandalizan ante la primera orgía de rasgamientos de vestiduras.A ningún mediano conocedor del funcionamiento de los grupos humanos puede sorprender -ni mucho menos escandalizar- el que un presidente de la Generalitat, un Barça y una Moreneta, en manos de Els Joglars y en plan de viajeros del tren de Gurruchaga, armaran el consabido revuelo. Acaso ni mayor ni menor que el imaginable si en tal circunstancia se hubieran encontrado entidades tan entrañables para algunos como lo son aquéllas para otros.
Lo que trasciende a la mera anécdota es el hecho de que, desde la atalaya de este periódico -especialmente de alguna de sus columnas-, la cosa se haya convertido en una especie de test de la tolerancia de los catalanes tomados, así, como, montón indiferenciado. Se diagnostica una doble muta-
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ción regresiva: lo que fue un oasis de modemidad y progresismo se ha tomado nebulosa de intransigencia y fanatismo. Sus moradores, otrora abiertos y liberales, han devenido gente torpe, chinche, beata, carca y casi borde.
Ciertamente, ha habido por aquí quien ha ejercido su libre derecho a expresarse tirándose de los pelos por una simple parodia; alguno que otro se ha frotado las manos al contemplarla y muchos han pasado del tema -ocupados como están en tareas más importantes-. Todos ellos, sin embargo, han sido capaces de captar la sutileza de un detalle: tan catalana es la persona del actor como la del personaje caricaturizado. Tanto lo es el alcalde que ratifica la elección de una mascota como el presidente que expresa su punto de vista sobre las declaraciones de un diseñador que se ha metido con él.
Las historias de buenos y malos suelen acontecer sólo en la tele. La confusión de la parte con el todo, la reducción de lo múltiple a lo uno y la simplificación de lo complejo son meros indicadores de subdesarrollo intelectual o puros síntomas de patología perceptiva, que pueden afectar incluso a los profesionales de la pluma más sensibles a los valores democráticos. Para captar las pluralidades reales que subyacen a ciertas uniformidades aparentes -en Cataluña, como en cualquier otra parte-, no basta con leer la Prensa. Cabe tomarse el tiempo suficiente para la observación de la realidad in situ y el margen necesario para la periódica puesta a punto de las propias gafas.- .
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