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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La transición afgana

LA RONDA de negociaciones sobre Afganistán que se abrió ayer en Ginebra no es una más, después de las 10 que se han sucedido desde 1982. Puede ser definitiva. Las posibilidades de acuerdo son reales gracias a los tres compromisos contraídos por Mijail Gorbachóv en su declaración del pasado 8 de febrero: retirar las tropas a partir del 15 de mayo (si el acuerdo de Ginebra se concluye antes del 15 de marzo), terminar la evacuación en 10 meses y no condicionar la retirada al tipo de Gobierno que ejerza el poder en Kabul. Este punto representa un cambio en la política soviética, y no sólo sobre Afganisitán. Supone aceptar que un país gobernado por los comunistas, y ocupado por tropas soviéticas, pueda pasar a ser gobernado por fuerzas políticas de signo distinto.Sin embargo, esta disposición favorable de los soviéticos no resuelve todo. Queda saber qué va a pasar en Afganistán cuando se vayan los rusos. Por un lado está el Gobierno de Najibulá en Kabul, que ha fracasado en todos sus intentos de crear una coalición con sectores de la resistencia. Por el otro, las guerrillas que controlan parte del territorio y llevan años combatierido contra los soviéticos y contra el régimen de Kabul. Elay fuertes divisiones en éstas, sobre todo entre grupos islámicos flindamentalistas y jefes tribales tradicionales, más propensos a negociar.

Aunque no figure en el orden del día de las negociaciones de Ginebra, la necesidad de preparar un Gobierno de transición con garantías de permanenicia es ineludible. La diplomacia secreta desarrolla activas gestiones en tomo a ese tema. Es positivo que Gorbachov diga que la retirada es incondicional y que el Gobierno de Kabul es cosa de los afganos. Pero hay graves responsabilidades pendientes. La URSS tiene que prepararse a un descenso vertical de la influencia de las fuerzas que han gobernado con el apoyo de tropas extranjeras. Estados Unidos tiene el compromiso de cesar su ayuda a la resistencia en el moinento en que se inicie la retirada. Shultz ha dado a Gorbachov un respaldo serio al manifestar de modo tajante su convicción de que la URSS quiere retirarse. Cabe esperar que la Administración de Reagan no ceda ante la presión de grupos derechistas que, obsesionados Por impedir como sea que la retirada sea políticamente ventajo sa para Gorbachov, prefieren que en Kabul surjan situaciones caóticas y empujan a la resistencia afgana a la intransigencia.

Hay síntomas, sin embargo, de que entre los jefes militares que dirigen la lucha sobre el terreno existe una disposición más favorable a la búsqueda de un acuerdo. Por otra parte, Pakistán ha flexibilizado, su posición: ya no pide del Gobierno de coalición como condición previa a la retirada, sino que acepta la simultaneidad entre el inicio de la retirada y la creación de un Gobierno amplio, concertiado entre las partes.

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El papel de la ONU en el caso de Aiganistán ha sido decisivo. Diego Córdovez ha sido pieza esencial a lo largo de seis años de un trabajo incesante. El problema de la creación del Gobierno de coalición no es en sí internacional, y la decisión en esa materia deberá ser de los afganos. Sin embargo, la experiencia acumulada por Córdovez desde 1982 es inestimable, y ella debe permitirle prestar una ayuda fundamental como mediador entre los diversos grupos que necesitan ponerse de acuerdo para que la retirada soviética no desemboque en un baño de sangre.

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