Una pareja muere en el ascensor de un hospital de Barcelona tras apuñalarse mutuamente
, Alonso Rueda Cárdenas, de 33 años de edad, y su compañera Ana Rejano Córdoba, de 28, fallecieron ayer al agredirse mutuamente con sendos cuchillos en el interior de uno de los ascensores de la residencia sanitaria de Bellvitge, en I'Hospitalet de Llobregat (Barcelona), donde la mujer estaba siendo sometida a tratamiento psiquiátrico.
Los hechos sucedieron sobre las 10.30 horas, en el edificio que alberga los servicios de psiquiatría, odontología y estomatología. La mujer había sido atendida en la sexta planta, dedicada a las consultas externas, donde, tras ser visitada por uno de los doctores, se le inyectó un medicamento.
Al finalizar la consulta, Alonso Rueda conversó durante unos minutos con el médico, al que solicitó que la mujer quedara ingresada en la unidad de enfermería, situada en la planta quinta del mismo edificio. El facultativo le indicó que él no podía ordenar su ingreso y le aconsejó que acudieran al servicio de urgencias, donde la mujer sería atendida.
Tras esta conversación, la pareja abandonó la planta introduciéndose en el ascensor en el que ocurrió el suceso. La policía cree que, una vez en el ascensor, sus dos ocupantes se enzarzaron en una disputa sobre la conveniencia o no de ir al servicio de urgencias. En determinado momento del trayecto, según la hipótesis policial, Ana Rojano esgrimió un cuchillo de cocina de grandes dimensiones y asestó una profunda puñalada a su compañero en el corazón. Mortalmente herido, Alonso Rueda esgrimió otro cuchillo de similares características y asestó un sinfín de puñaladas a su compañera.
El suceso fue descubierto cuando el ascensor llegó a la planta baja y, al abrirse las puertas, varias personas que se encontraban en el lugar descubrieron la dramática escena. La mujer estaba tendida en un rincón de la cabina mientras el hombre, aún con vida, seguía empuñando el cuchillo, que, como consecuencia de la violenta agresión, se había partido en varios trozos.
Cuando los testigos de la escena todavía no se habían recuperado de la impresión, las puertas del ascensor, provisto de un sistema automático, se cerraron y la cabina inició un nueva ascensión difundiendo la espeluznante imagen a varias plantas del centro saniatrio. Finalmente, el ascensor volvió de nuevo a la planta baja, donde Alonso Rueda, todavía agonizante, pidió al guardia jurado que custodiaba el edificio que no disparara.
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