El gran burgués
Se cumplen hoy 200 años del nacimiento, en Danzig, de Arturo Schopenhauer, forjador de una visión del mundo que se ha dado en considerar pesimista. Hijo de un rico burgués, fue educado en Alemania, Francia y el Reino Unido. En Dresde elaboré durante cuatro años lo que sería la base de su pensamiento y que plasmó en su obra El mundo como voluntad de representación. A partir de la afirmación de Elías Canett, según la cual los pesimistas no son aburridos, tienen razón, y son superfluos, Fernando Savater recuerda la amenidad de otros grandes pesimistas: Lucrecio, Mark Twain, Freud, Cioran... "Nada menos monótono que la decepción", dice Savater, que junto con Julio Caro Baroja y Javier Sádaba, participó la semana pasada en Madrid en un ciclo sobre el pesimismo, que convocó a cientos de personas.
Arturo Schopenhauer nació en Danzig, el 22 de febrero de 1788, hijo de un rico comerciante de origen holandés. Cuando Prusia se incorpora esta ciudad, su padre, un entusiasta republicano enemigo del régimen absolutista prusiano, se traslada con toda la familia a Hamburgo. Allí comienza su educación hasta los nueve años, cuando el padre lo envía a Francia, donde aprendió francés a la perfección. A su regreso estudia durante cuatro años en el Instituto Runge. Inicia un viaje de estudios por Alemania, y más tarde visita Inglaterra, donde aprendió inglés con gran facilidad. Aconsejado por su padre, entra a trabajar como empleado de comercio, profesión por la que no reveló ninguna afición. Muere su padre, la familia se traslada a Weimar, y cerca de allí, en Gotha, comienza sus estudios clásicos. Luego cursa Filosofía y Ciencias Naturales en las universidades de Goettingen y Berlín.Ante la invasión napoleónica se refugia en una aldea de Turingia, sin participar en la lucha por la liberación de su patria. Termina su tesis La cuádruple raíz del principio de la razón suficiente, y obtiene el doctorado en la universidad de Jena. En el salón literario de su madre entabla una íntima amistad con Goethe.
Por esos años, el carácter áspero y huraño del joven Schopenhauer le llevó a romper con su madre y marchar a Dresde, en donde forjó, durante cuatro años y medio de intenso trabajo, su sistema filosófico, que plasmaría en su obra El mundo como voluntad de representación.
Después de su viaje a Italia solicita permiso a la facultad de Filosofia de Berlín para dictar un curso privado. El 24 de marzo de 1820 defiende su tesis de admisión, prueba en la que triunfa, refutando las objeciones de Hegel. Sin embargo, sus clases duraron tan sólo un semestre. Mientras los estudiantes acudían en masa a escuchar a Hegel, él daba sus conferencias con el aula vacía.
En 1831, la epidemia de cólera le obliga a trasladarse a Francfort, donde residirá los últimos 30 años de su vida. Allí vivió fea de sus rentas, paseaba por el campo, leía la Prensa en el casino, comía opíparamente en el Hotel de Inglaterra, y por la noche solía tocar en su flauta melodías de Haydn.
Su filosofía pesimista, dice Lukács, no le impidió llevar una gozosa vida contemplativa. Por el contrario, la proximidad del abismo y de la nada, el sombrío trasfondo de un mundo que le parecía sin razón ni sentido, proporcionaba un mayor atractivo a su placer de vivir, a su refinada existencia de esteta. Fue un gran burgués gozador. La gloria le llegó con su obra Parerga und Paralipomena. Murió de repente, por una congestión pulmonar, el 4 de septiembre de 1860.
En su primera obra, La cuádruple raíz del principio de la razón suficiente, analiza el carácter ilusorio del mundo, pura fantasmagoría que solamente puede representarse el sujeto, lo que implica una ligazón objeto-sujeto, es decir, un principio de organización (razón suficiente), que estructura las percepciones empíricas, y en el que descubre cuatro raíces: la necesidad física, la necesidad lógica, la necesidad matemática y la necesidad moral.
Estas necesidades se imponen como ley de causalidad a la percepción del mundo, y explican los cuatro aspectos de la representación: sensación, nación, percepción a priori y sentimiento del ser. Mundo perceptible ilusorio frente a otro absoluto e invisible. Está claro que si el mundo es mi representación, nos quedamos prisioneros de la ilusión y soledad del subjetivismo puro.
Heredero de este típico dualismo kantiano, Schopenhauer descubre en la voluntad, ese impulso oscuro del cuerpo, la realidad del ser que es verdaderamente, sin espejismos. "La voluntad, como cosa en sí, es completamente distinta del fenómeno"; y añade: "Sin un cuerpo, yo no puedo representarme realmente mi voluntad". Materialismo,corporalista que coexiste en Schopenhauer con un idealismo subjetivo, violento y exasperado. Más aún, el único objeto real es el cuerpo humano, los demás objetos son meras ilusiones. Igualmente, en su teoría del conocimiento se aferra a la intuición concreta, que considera principio último de la verdad racional. Su empirismo es evidente.
El impulso que origina la voluntad de ser nace de la apetencia insatisfecha de los sentidos corporales, pues "el acto de voluntad y la acción del cuerpo no son dos estados diferentes". Aunque no llega a una explicación clara de cómo se origina la voluntad, se anticipa a la teoría de Ernst Bloch: "Kein Trieb oline Leib dahimter".
La pulsión nace de una agitación interior del cuerpo que manifiesta una necesidad que, más tarde, se convierte en impulso; éste, en ansia que se hace anhelo, y después de agotarse la vaga aspiración aparece la búsqueda que incita el querer decidido de la voluntad. Todo este proceso de creación corporal de la voluntad hasta Regar a la pasión lo intuye, sin desarrollarlo, en su obra El mundo como voluntad y representación. Piensa que la voluntad, como cosa en sí, está dada desde siempre. Por esta razón, no conoce etapas ni tiene historia.
"Todo el cuerpo no es más que una voluntad que se hace visible", no tiene principio ni fin, es eterna, obcecada en su utilitarismo, y escapa al principio de razón, o sea, a la ley de la causafidad. Es irracional, pero no arbitraria ni obedece al capricho del azar. Se mueve, se agita siempre dentro del cuerpo en un perpetuo fluir. De ella nace el deseo mismo, que tiene un fin a su querer.
En este sentido, la voluntad es racional en su irracionalidad, porque busca el placer y evitar el dolor, o sea, la felicidad del cuerpo, perpetuarse a sí mismo, querer sin límites, en una aspiración sin estadio final. Es evidente cómo Schopenhauer ha influido en Freud, aunque para éste la tensión del deseo se distiende al encontrar su objeto y se satisface en el acto sexual, mientras para el filósofo alemán el deseo es infinito y no se calma jamás.
Schopenhauer juzga que la voluntad trasciende el mundo, está separada de la realidad, es permanente, inmutable, metafísica, diferenciándola así del impulso de la necesidad corpórea, que es el origen de la dialéctica histórica, la racionalidad última de la voluntad. Pues son las necesidades que, al convertirse en pulsiones, cambian las estructuras del mundo. Pero para Schopenhauer, la voluntad es mero afán de vivir, lo que acarrea un dolor eterno. Este ímpetu ciego de perpetuarse piensa que se manifiesta en el instinto sexual y hace a los individuos meros agentes de la continuidad de la especie.
La insatisfacción dolorosa
El permanente anhelar de la voluntad nos condena al dolor, al sufrimiento, porque no podemos conseguir lo que queremos.
Pero Schopenhauer no es el pesimista trágico sin esperanza de salvación. Como dice Heinz Heinisoeth, "más allá de los caminos extraviados de la voluntad hay un sublime principio de paz y de luz pura". Piensa Schopenhauer que el hombre sólo se salva por el arte que lleva al conocimiento objetivo, como esos pintores holandeses que lo plasmaron todo con paciencia detallista y que le entusiasmaban.
También por la música, que es un ejercicio no sólo de aritmética, sino de metafísica que serena y calma la voluntad de vivir. Asimismo, el amor, que es piedad, compasión recíproca, pues al sentir todos el dolor de vivir, la voluntad se aquieta.
Por último, el ascetismo budista y cristiano, como renuncia a la voluntad de vivir significa una caída relativa en la nada. La negación de vivir se cambia en Nietszclie en todopoderosa afirmación de voluntad de potencia (Wille zum Willen), puro ejercicio de la voluntad de la voluntad, que Heidegger denuncia como pura metafísica. En toda la filosofia de Schopenhatier predomina la búsqueda de una salvación estética, mística, religiosa del mal de vivir, y no una liberación real del hombre.
Estética del pesimismo
Bibliografía. La cuádruple raíz del principio de la razón suficiente (1813).Sobre la visión y los colores (1815).
El mundo como voluntad y representación (1818).
Sobre la voluntad en la naturaleza (1836).
Los dos problemas fundamentales de la ética: sobre la libertad de la voluntad humana y sobre el fundamento de la moral (1841). Parerga y Paralipomena (1851). Ediciones españolas. Estética del pesimismo. Editorial Labor (1976).
La cuádruple raíz del principio de la razón suficiente. Editorial Gredos (1981). Sobre la voluntad de la naturaleza. Alianza Editorial (1982). La libertad. Editorial Prometeo (1986). Eudemonología. Ediciones Ibéricas (1961). El amor, las mujeres y la muerte. Editorial Edaf (1981). El mundo como voluntad y representación. Orbis (1985).
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