Francia , hacia el centro
EN FRANCIA se ha iniciado la carrera para las elecciones presidenciales. Han presentado ya su candidatura el primer ministro, Jacques Chirac, jefe del RPR, neogaullista, y Raymond Barre, jefe del Gobierno en los años setenta. François Mitterrand guarda silencio, pero realiza una eficaz campaña electoral indirecta transmitiendo a la opinión, desde el Elíseo, el mensaje de que nadie puede representar mejor que él los valores eternos de Francia. La presentación de Mitterrand sigue siendo la hipótesis más probable, porque el otro candidato posible, Rocard, es incapaz de suscitar la unanimidad de su partido.El hecho más significativo de esta campaña es quizá la relativización del enfrentamiento en términos de izquierda-derecha que caracterizó anteriores contiendas presidenciales, y en particular la de 1981. Mitterrand llegó al Elíseo al frente de una coalición socialista-comunista con el objetivo de acabar con el capitalismo y transformar de modo radical la sociedad. En la fiesta provocada por su triunfo en la plaza la Bastilla rebrotaron los entusiasmos del Frente Popular de 1936 y de mayo de 1968. Las nacionalizaciones decididas por el Gobierno de Mauroy se presentaban como un golpe decisivo al poder del gran capital. Recordar hoy ese clima sólo resulta más bien irónico. No sólo ha variado el lenguaje del presidente. El partido socialista es otro.
Para Mitterrand, la primera vuelta se presenta relativamente tranquila: lo que en ella está en juego es nombre del candidato de la derecha en la segunda vuelta. Chirac y Barre están ante la cuadratura del círculo: ambos dicen que su único enemigo es Mitterrand, pero la realidad es que tienen que pelear entre por un mismo electorado. El primero enarbola su lance al frente del Gobierno, una bandera que difícilmente puede servir para un ataque a fondo contra Mitterrand, ya que su Gobierno ha sido el de la cohabitación. Barre está más libre en ese terreno, pero su principal apoyo orgánico es la UDF, coalición de centro-derecha integrante del Gobierno de Chirac. curioso que Barre hable de recuperación económica a partir de 1983; es decir, desde que el segundo Gobiemo socialista, sin comunistas, adoptó soluciones liberales. Es una manera de quitar méritos a Chirac, pero lo que no hace es concentrar los golpes contra Mitterrand.
Estas elecciones parecen apuntar hacia mutaciones serias en el sistema de partidos, precisamente porque dimana de la sociedad misma una corriente predominante hacia el centro, reforzada por la experiencia de la cohabitación. Los socialistas han renunciado a las nacionalizaciones y a otros objetivos radicales. Las diferencias programáticas pierden acritud, ello puede afectar al propio desarrollo de las elecciones. Si Chirac pierde en la primera vuelta, puede referir que gane Mitterrand para impedir que una residencia de Barre ponga en pie una nueva fuerza política centrista, que amenazaría al RPR. Por otra arte, la victoria de Mitterrand ofrecería a los sociliastas la posibilidad de retomar al poder, pero sólo si forman una coalición de Gobierno con los centristas. Con la pugna izquierda-derecha casi enterrada, el futuaro político francés se perfila como una lucha por el entro, con probables variedades en el sistema de partidos.
Los viejos lemas se han refugiado en los candidatos marginales, que sólo pueden actuar en la primera vuelta. Buscan tener en ella el máximo de votos para demostrar su fuerza y eventualmente influir en la segunda. En la derecha está Le Pen, con su demagogia racista; los candidatos serios rechazan en principio acuerdos con él, aunque mucho dependerá de los votos que obtenga. En la izquierda hay por primera vez los candidatos comunistas: el oficial Lajoinie, que sufrirá un inevitable descenso, y el renovador Juquin, que con el apoyo de la Liga Comunista y otros grupos aspira a crear una "nueva izquierda". En la segunda vuelta apoyará sin duda a Mitterrand, pero su proyecto a más largo plazo -aún poco perfilado- es crear una alternativa moderna a la izquierda del partido socialista.
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