Geografía y religiosidad

La presencia ante la Sinfónica y Coro de RTVE de Serge Baudó (Marsella, 1927) garantizó, de entrada, un programa interesante e inusual dedicado a partes iguales al brasileño Héctor Villalobos y al francés Francis Poulenc. Programas, por cierto, que sólo aquí se consideran raros, pues parece que estemos condenados sin remisión a un grupo de grandes partituras sinfónicas de la escuela germana y sus derivaciones más o menos directas.El año pasado se celebró el centenario del nacimiento de Héctor Villalobos, una de las más grandes figuras de la música latinoamericana y, como escribe Carpentier, "uno de los pocos artistas que se enorgullece de su sensibilidad americana y no trata de desnaturalizarla. Por una vez, es palmera que piensa como palmera, sin soñar con pinos nórdicos".

La verdad es que escuchando la obertura Alborada en la selva tropical (1953) no parece tan cierta la aseveración del escritor cubano. Y es que Villalobos fue todo un mundo, como un Amazonas musical capaz de cultivar todos los géneros y transitar por todos los estilos. Sucedía que, casi siempre, triunfaba su personalidad propia sobre formas adquiridas e incluso por encima de los datos folclorísticos brasileños.

El excelente concierto pianístico número 1 (1945), que Luis Galve estrenó y repitió en España lo ha ha protagonizado ahora Nelson Freire con su arte y su técnica de gran categoría, atacados, a veces, por la excesiva potencia de la orquesta.

Coro y orquesta se unieron, en compañía de una solista de bella y brillante voz, la francesa Christine Barbaux, en el precioso Stabat mater, de Francis Poulenc, una de las pocas obras del que fuera discípulo de Ricardo Viñes relativamente frecuentadas por nuestras orquestas.