_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ante la Ia 'cumbre' de Bruselas

La hipotética recuperación que, según algunos expertos, se inició en 1982 habría alcanzado hoy su plena madurez, sin que la tasa de inflación más baja desde hace 20 años en los países de la OCDE, ni la recuperación de beneficios empresariales hasta los niveles que se daban antes del primer choque petrolero, ni una rentabilidad elevada, hayan aliviado significativamente el problema del paro y el de la extensión de la pobreza a colectivos cada vez más numerososComo ha señalado Galbraith, la mejor época del capitalismo (1945-1970) ha pasado definitivamente. Y no parece que la nueva fase tecnológica vaya a reproducir el colosal crecimiento de posguerra. Es más, las previsiones de futuro tienden a la baja. Si en esta situación los Gobiernos ponen más empeño en hacer exhibiciones políticas ante sus respectivos electores que en buscar nuevas bases para un consenso útil, es prácticamente segura la frustración tras esta nueva cumbre. A lo sumo, asistiremos a un vergonzante regateo, con envoltorios que salven la superficial autoridad política que tanto temía perder el señor d'Estaing.

En el fondo nadie cree en que aquel esplendoroso pasado se reencarne en el futuro. Piden a Estados Unidos que reduzca su déficit, que suba los impuestos y que aminore el gasto público, pero que lo haga lentamente, no vaya a ser que la recesión derive a la depresión. A su vez, pide a Japón que abra su mercado a las importaciones y eleve el déficit público, que acelere el crecimiento de su demanda interna mejorando el poder adquisitivo de los trabajadores (es un consejo del ubicuo Kissinger). Piden a la República Federal de Alemania (RFA) que sea la locomotora expansiva y anime el anémico crecimiento autosostenido.

Pero muchos economistas olvidan que la economía no vive sola. El cambio de estrategia comportaría convulsiones sociales en cada país. Nadie niega que el aumento del empleo en Estados Unidos y el crecimiento en Japón guardan estrecha relación con la política fiscal y monetaria en el primero y con las deficientes condiciones de trabajo en el segundo. Y en lo que a la RFA se refiere, aunque propiciara una fase expansiva, tendría un efecto limitado en el tiempo y un escaso impacto cuantitativo; también tiene sus problemas sociales. Pese a todo, y aun modificando su estrategia en la dirección apuntada, es muy dudoso que nos deparasen una nueva fase de expansión.

En cuanto al Acta Única y al Libro Blanco del mercado interior, los hechos nos irán indicando lo que dan de sí. Sin embargo, conviene retener que ambos textos confían fundamentalmente en los mecanismos del mercado para resolver los problemas económicos y sociales, si bien es cierto que con algunos correctivos para abordar conflictos regionales, sociales, económicos, medioambientales, tecnológicos, etcétera, que determinaron el apoyo desde la izquierda. No obstante, se quedan por debajo del proyecto Spinelli.

El nuevo esquema contempla la necesidad de acuerdos con las fuerzas sindicales como uno de los vectores que le den fuerza y viabilidad práctica.

Un eje básico

Un eje básico es la denominada estrategia cooperativa para el crecimiento y el empleo. Se apuntó aun alto crecimiento medio en la CE a lo largo de estos años que reduciría la tasa de desempleo al 4% en 1990. Los desequilibrios regionales que pudieran ocasionarse serían compensados con fondos estructurales en el cuadro de la llamada cohesión económico-social. Ese crecimiento deseado se proyecta en base a un patrón convencional de subida moderada (?) de los salarios, innovación tecnológica, aumento de la productividad, recuperación de mercados y relanzamiento de las exportaciones. Todo ello, desde el diálogo social europeo para el mejor reparto de los beneficios sociales.Pero el cántaro se rompió. Los incumplimientos son tan notables que la estrategia se está reelaborando con ajustes a la baja por el método de aproximaciones sucesivas. Es decir, se presentan documentos parciales para su aprobación en las cumbres, que dicen tener dos metas: permanecer en línea con la estrategia anterior y profundizar en la reforma de la Comunidad. Con este enfoque se discute en esta cumbre de Bruselas un documento titulado Lograr el Acta única, conocido también como plan Delors.

Este plan (reforma de la Política Agraria Común -PAC-, duplicar los fondos estructurales y endurecer la disciplina presupuestaria) ya fue contestado en el Parlamento Europeo por insuficiente. Entre otros, por el informe Barón-Von Wogau (socialista y democristiano), porque "falta un programa social y completo y el desarrollo futuro de la concertación entre patronos y sindicatos, ya iniciada, que evite los problemas que pueda crear el mercado interno. Otro riesgo a evitar es la excesiva concentración que la creación de un gran mercado puede provocar y que agravaría más los problemas regionales. En este sentido, la propuesta de duplicar los fondos estructurales no será suficiente, y es necesario introducir este concepto en todas las políticas comunitarias". Más tarde, estos mismos diputados recordaron el informe Mac Dougall: "...Se requeriría multiplicar por cuatro el volumen de los fondos estructurales hasta llegar más o menos al 1% del PIB para lograr que tengan verdadero impacto económico, y esto antes de la ampliación a España y Portugal".

En estas protestas no podemos por menos que advertir, entre otros, los problemas derivados del poder de las multinacionales, de la polarización industrial y los desequilibrios regionales inducidos por ella, así como de la escasez financiera de los fondos.

Delors ha rebajado el umbral del programa hacia un mercado único hasta niveles de inoperancia. Ni aún con rebajas se llega a un acuerdo.

Sin embargo, los nuevos problemas del mundo contemporáneo: el paro, el envejecimiento de la población, la emigración de los países subdesarrollados a los industrializados, la desprotección social, la excesiva concentración urbana, el deterioro ecológico, etcétera, no sólo no se rebajan, sino que se agravan con las recetas neoliberales para la generación de excedentes. Mientras tanto, en Bruselas seguirán reuniéndose los que ensalzan interesadamente el arcaico instrumento del mercado como si fuese la panacea universal; los conversos que han abrazado la doctrina liberal y los que ven en el mercado el mal menor. Con la tozudez de una, la señora Thatcher, se difuminan la inflexión ideológica y la docilidad de otros.

La Europa de los pueblos, anhelada desde el Tratado de Roma, no puede seguir utilizándose como recurso ret de las con frontaciones internas del sistema capitalista, y en la disputa subya cen distintas concepciones de Europa y de su papel en el mundo.

Autonomía europea

Aún con formas afortunadamente menos trágicas, la historia se puede estar repitiendo. Quienes apostemos por una Europa cada vez más autónoma en todos los órdenes, capaz de afrontar los retos actuales y labrarse un futuro de progreso, de solidaridad y justicia social, una Europa en paz y a su vez factor de paz en el mundo, tenemos la oportunidad de demostrar nuestro aprendizaje histórico.La lección de las concesiones ideológicas que terminan justificando las desigualdades, las injusticias y las arbitrariedades o la del sectarismo y la división entre las fuerzas progresistas son demasiado amargas. Nos enseñaron que por ese camino terminamos pagando no sólo nuestros platos rotos, sino que también pagamos una buena parte de los de los demás. Se puede y se debe generar una alternativa económica, política y sociocultural para la solución de los problemas actuales en Europa. Pero para ello es imprescindible articular la fuerza política y la base social que la defienda y la sustente. Lógicamente, yo apuesto por el camino de la izquierda, una izquierda que puede converger estimulada por el impulso de los movimientos sociales, por la apertura de una nueva dinámica hacia el desarme y la distensión en las relaciones internacionales. Hace falta que una buena parte de esa izquierda europea pierda la fe adquirida en la obsoleta alquimia del mercado. Desde el movimiento sindical se han lanzado ya algunas iniciativas y se pueden adoptar muchas más. La Confederación Sindical de CC OO ha respondido inmediatamente a la llamada de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) enviando resoluciones a los distintos Gobiernos con motivo de la cumbre de Bruselas.

Cabría estudiar si después de aquella movilización sindical europea por la jornada semanal de 35 horas, en el ya muy lejano otoño de 1976, no es conveniente un nuevo esfuerzo de acción unitaria. La legitimidad de aquella reivindicación se ha reforzado aún más con el aumento del paro en el transcurso de estos 12 años.

La reducción sustancial del tiempo de trabajo es cada vez más dificil de conseguirla aisladamente en cada país. Junto a otras demandas de plena actualidad, como las que giran en tomo a las condiciones contractuales (profesionalidad, organización técnica del trabajo, productividad, salud laboral, etcétera), o las originadas por el retroceso en los sistemas públicos de protección social, se podría concertar una iniciativa sindical europea por el empleo. El empeño vale la pena, y es urgente materializar el empuje del movimiento sindical europeo para desbloquear una situación que no puede confiarse a los ungúentos que se preparan en cumbres borrascosas como la de Bruselas.

Antonio Gutiérrez es secretario general de la Confederación Sindical de CC OO.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_