De Salieri a Schoenberg
Por una parte Ibermúsica / Tabacalera, y, por otra, universidad Autónoma / Campsa, han traído al Real esta semana a las orquestas de cámara de Zúrich y de Viena. En su concierto del jueves, Edmond Stoutz y su grupo de Zúrich, que dirige desde 1951 presentaron al pianista Rafael Orozco, que tan escasamente actúa en Madrid.No es cosa de descubrir a uno de los grandes españoles del piano, que, como es lógico, ha madurado con los años hasta extremos de gran refinamiento, tanto en su técnica como en su estilo. Por su naturaleza cordobesa Orozco parece aliar un lirismo controlado y un cierto talante senequista, lo que, unido a tantas cualidades como le han hecho famoso, cuajó en una espléndida versión del concierto en si bemol de Mozart. En tan preciosa consecución, colaboraron con Orozco los instrumentistas suizos y su maestro Stoutz, con gran calidad e identificación intencional.
Orquesta de Cámara de Zúrich
Director: E. Stoutz. Pianista: L Orozco. Obras de Salieri y Mozart. Teatro Real, 4 de febrero.Orquesta de Cámara de Viena Director-solista: Ph. Entremont. Obras de Mozart, Mendelssohn, Haydn y Schoenherg. Teatro Real, 6 de febrero.
Tributo a la moda
Como tributo a la moda -impulsada por el éxito de la pieza teatral y el filme Amadeus- escuchamos en poco de música de Salieri. La sinfonía en re mayor, llamada Veneciana, como otras obras de su autor, resulta frente al mundo mozartiano algo convencional, honorable y descafeinado. Falta ese algo más que Mozart ponía en sus pentagramas y que los intérpretes han de desvelar.
El sábado, la Orquesta de Cámara de Viena, con Philippe Entremont como director y solista, interpretó un programa poco habitual que incluía el concierto en re de Haydn y el Doble, para violín, piano y orquesta de Mendelssohn, obra juvenil, en la que resulta difícil adivinar la paternidad de su autor.
En interpretaciones más correctas en la idea que plenamente logradas en la realización, Entremont y el violinista Ola Rudner hicieron gala de buena línea y ágil continuidad. Menos interesante resultó la visión de La noche transfigurada, sobre el poema de Dehemel, que nos avisa de la sustancia musical de Schoenberg desde dentro del cercado tonal. Por falta de claridad, transparencia en la textura y ausencia del misterio nocturnal expresionista que lo informa, el hondo, amargo y bello mensaje del primer Schoenberg se evaporó en gran medida. En todo caso, programas como los que comentamos encierran largo interés y resultan enormemente atractivos.
Babelia
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