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Chillida

El hormigón como un basalto fiero, el basalto como una porcelana pensante, el espesor de la materia transido por el ángel de la luz y el hierro devuelto a su calidad de león de los metales. Chillida acaba de erigir en su País su escultura "Homenaje al horizonte".Viniendo de Oteyza y los Zubiaurre, viniendo de los grandes sordos y los cortos elocuentes en euskera, Chillida está dejando en caligrafía de granito la verdad y la soledad de una raza, la suya, por los mismos tiempos en que esa raza es conflicto, sangre y confusión con el resto de España. Euskadi es una piedra pensante con una ortografía de piedras rodadas. Euskadi es algo que no acaba de expresarse, y lo que menos expresa a Euskadi es la sangre. Euskadi, como todo nudo humano, trenzado, gordiano, dificil (que en este caso tiene mucho de nudo marinero), acaba expresándose estilizadamente en un artista que lo dice todo con/sin palabras, mediante la ortografía del hormigón armado, el rigor del hierro y la luz sonriente y trarislúcida del basalto. Para esto están los artistas, que nunca sabemos para qué están. Tengo en mi casa un grabado de Chillida junto a una Virgen románica, y se entienden (José Hierro sabría explicarnos esto de cómo conviven lo antiguo y lo moderno en el espacio común de la calidad). Del mismo modo, me gustaría, le gustaría a uno, modestamente, que el románico de Castilla y el pre/clasicismo de Euskadi se entendiesen alguna vez.

La imagen federalista que Pasqual Maragall ha difundido desde Catalunya no es cosa de poco momento. Un federalísmo coronado tampoco sería mayor disparate, ya que, según nos explicara (danzando) Antonio el bailarín, "todo es posible en Granada". Y en Granada nace España. España nace del llanto de Boabdil. España nace de un llanto y de un llanto de hierro nace Euskadi en la obra inspirada y macho de Chillida. (Este artista tiene el buen gusto de no hacer declaraciones, tentación que aqueja a muchos plásticos, y para la que no están precisamente llamados.) La verdad de Euskadi, que hoy no entendemos, entre sangre y votos, entre páctos y muertos, la está salvando (de sus propios compatriotas o paisanos) Eduardo Chillida, la está utilizando o estilando, como dijera el Pantarca, la está expresando como la verdad de un pueblo eficaz y creatívo, amordazado por su propio idioma, nublado por su propia sangre. Cuánta riqueza -Euskadi, Catalunya- en estos países "mal encadenados", como hubiera dicho el maestro André Gide. Y en otros países. Cuánta España / desespaña (que suena casi a despecho y desesperación) en este "Homenaje al horizonte", donde no debemos quedarnos en el homenaje, sino remontarnos hasta el horizonte, pero entender que una Euskadi mal encadenada no es Euskadi ni es Espa¡la. Cuánto amor español por ese pueblo, amor reprimido por la sangre y cantado por las estadísticas (en este mismo papel).

Piedra de elocuencia, hormigón de dialéctica, hierro de idioma. Lo que los políticos y los fácticos no acaban de expresar, porque les falta expresión, lo intuye y explica un artista con su recentísimo "Homenaje al horizonte", como tantas obras anteriores: entender a Chillida es entender Euskadi. Entender Euskadi es entender que, con el mecano de las autonomías estamos jugando al juego del mapa recompuesto, como los niños, por evitar la gran federalización. Asistí, hace un año o dos, a la entrega de una medalla, por el Rey, a Chillida, y Chillida lo dijo: "No vengo por una medalla; vengo a estrechar la mano de un hombre honesto".

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