La calle, de los perros

Recordará usted que en nuestros años jóvenes muchos hicimos lo que pudimos por que la calle no fuera sólo de cierto señor. Pues bien, hoy día, y en el barrio donde vivimos (La Poveda, de Arganda del Rey) la calle sigue sin ser de todos, y particularmente de los niños. Y esto por obra y gracia de los perros sueltos y sin bozal que campan por ella a todas horas.Las consecuencias, sin ninguna exageración, son dramáticas: en dos años, tres ataques con mordeduras a hijas nuestras de 7 y 11 años, en uno de los casos con lesiones gravísimas de orden físico, de tal manera que a la niña no le podrán dar el alta médica hasta los 16 años, y ni que decirle las lesiones de tipo psicológico, de las que ni policias m jueces (no digamos los humanitarios amos de los animalitos) quieren saber nada.

Si recurrimos a las páginas de EL PAÍS para denunciar estos hechos es porque ya anteriormente lo hemos hecho repetidas veces ante la autoridad judicial, sin que en ningún caso haya resultado sanción alguna contra los dueños de los mastines y pastores alemanes (pues de ese tipo de perros se trata), así como ante las autoridades municipales y su policía, de la que no nos consta que haya llamado la atención ni aplicado multa alguna por estos hechos. Nosotros no es que estemos hartos, es que estamos aterrorizados. Nos vamos a trabajar, y las niñas van y vienen andando al colegio, esas bestias domésticas continúan sueltas por las calles, y la gloriosa Policía Municipal de Arganda del Rey se supone que persiguiendo no se sabe qué tipo de inseguridades ciudadanas.- y Javier Garcia. Arganda del Rey