Pueblo sin tierra
A la luz de los presentes acontecimientos en Gaza y Cisjordania, que atropellan los más elementales derechos humanos, se hace evidente otra vez que el dolor de un pueblo sin tierra es interminable. Podemos preguntarnos en nombre de qué derecho se comete esta felonía, aun sabiendo que no tendremos respuesta de un mundo que no se responsabiliza de sus propios actos porque se encuentra atrapado entre las presiones que nacen de las potencias del terror, del ansia de seguridad y de los arrebatos de una nación opresora afectada de orgullo y debilidad.Sumidos en el marco de una crisis histórica del mundo árabe, golpeados por siniestras fuerzas ajenas que han hecho de su mundo una escuela de estrategia del terror, los palestinos empuñan ahora el arma de la resistencia sin armas. Los perdedores en el sistema mundial, desarraigados de las formas políticas convencionales, presintiendo tal vez la esterilidad de sus propias organizaciones, se levantan en la simple rebeldía que consiste ahora en decir no a los que juzgan, invaden, asedian y someten. Su probable colapso como movimiento de oposición resultará otra vez de la incoherencia que brota de la emoción más que de la táctica.
Esos niños que se oponen a Israel con piedras en la mano, esas madres que agitan sus manos crispadas en el vacío, tal vez crean que su mundo es autónomo, sin saber que todo está previamente bien atado para su daño, sin contar con ellos. Más adelante, en medio de su tragedia, continuarán preguntándose como el poeta árabe Adonis: "¿Es esto un sueño?, ¿existe un viaje llamado regreso?".- Juan Antonio Pacheco Paniagua.
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