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Tensión y polémica

El año 1987 ha sido la recta final del discutido y conflictivo proyecto de construcción del embalse de Riaño. Desde su aprobación, en 1965, hasta hoy el embalse ha tenido numerosos detractores y seguidores, entre estos últimos el Gobierno socialista, que impulsó tras dilatados paréntesis, en los primeros años de la década de los ochenta, un estudio pensado en la República y apoyado por el general Franco, a quien en 1973 la villa de Riaño impuso la medalla de oro.

La disconformidad con el volumen económico de las indemnizaciones, por los bienes expropiados de los habitantes de los nueve pueblos afectados, unos 3.400 millones de pesetas (12.000 millones de pesetas de 1986), retrasó considerablemente la ejecución del proyecto. El largo rosario de interdictos contra la terminación del embalse tuvo su punto álgido en los ocho primeros meses de 1987. Entre tanto, las protestas callejeras de grupos ecologistas y vecinos se sucedían y en algunos casos eran contestadas por los futuros regantes, al mismo tiempo que los partidos de la oposición, con mayor intensidad Izquierda Unida, multiplicaban sus interpelaciones parlamentarias sobre el tema.

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Sorpresa de fin de año

La fase final del desalojo de viviendas y la inmediata demolición de siete de los nueve pueblos del valle provocaron el pasado mes de agosto el incremento de la tensión. A la polémica surgida por la fuerte vigilancia en la zona de la Guardia Civil, se unieron el apresamiento por dos veces consecutivas del alcalde de Riaño, Uberto Alonso, por oponerse a los derribos, y el suicidio de un vecino, Simón Pardo, quien presuntamente se pegó un tiro en el vientre ante un incierto futuro para él.

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