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Tres sorianos italianizantes

No sería justo ni exacto simplificar en tres hombres públicos la acción y pensamiento político-social contestatario de uno de los períodos del franquismo (los años cincuenta y sesenta, el franquismo medio y tardío) desde la perspectiva de la oposición democrática en el interior. Pero, de alguna forma, tres sorianos combativos y lúcidos, "gentes del alto llano numantino", que cantó otro soriano adoptivo, don Antonio Machado, confluyeron por azar, desde procedencias distintas, en la previa articulación de una alternativa a la larga dictadura. Los tres, también por azar, serán deudores de la influencia italiana, literaria, política o vital. Me refiero a Dionisio Ridruejo (Burgo de Osma), a Enrique Fierno (Valdeavellano de Tera; no de nacimiento, pero sí de familia, de infancia y pubertad, significativamente, junto al río Rozón) y Marcelino Camacho (Osma la Rasa), tres lejanos precursores del actual armazón global de una nueva forma de vivir los españoles. Vidas paralelas a las que deben unirse otras dispares dentro de un mismo contexto generacional y temporal, en el marco de guerra fraticida y mundial, de revolución y represión, de exilio y cárcel, de lucha por las libertades desde distintos enfoques. Las diferencias ideológicas que hoy parecerían claras quedaban, por aquellos años, aparcadas ante adversarios comunes: la resistencia simplificada, la complejidad.Ridruejo no llegará a ver la democracia: ironía o crueldad de los dioses hace que muriera pocos meses antes del dictador. Tierno sí la verá, pero no alcanzará el poder (¿acaso quiso en realidad tener el poder, o simplemente ser anunciador de la democracia o de la utopía?). Camacho sobrevive, felizmente, a los dos y, todavía joven de espíritu, da paso ahora a nuevas generaciones. Cada uno de ellos, desde un liberalismo socialdemócrata, desde un socialísmo ácrata y humanista radícal, desde un sindicalismo convocación unitaria y compromiso comunista, rechazarán el mito literario de don Benito Cereno, de Hermann Melville: el destino puede ser alterado, la resignación debe sustituirse por la protesta activa y continuada. Tres castellanos viejos, hidalgos de tierra o de espíritu, reaccionarán -a veces con dudas humanas- contra la terrible y con frecuencia verdadera sentencia que Margerite Yourcenar esculpió: "Hay un momento en donde la vida para cada hombre es una derrota aceptada".

De los tres, Ridruejo será el primero qyue descubre Italia: su clasicismo inicial, sobrio y escurialense se abrirá al mundo mediterráneo: de Barcelona a Roma. Italia, desde entonces, será su gran pasión literaria, artística y también política. Su disidencia interna se irá deslizando, en la posguerra realista romana, hacia la ruptura írreversible con el régimen: de entusiasta a converso, de converso a precursor. Comienza así una andadura difícil: rechazo frontal o lejanía discreta o vergonzante de sus viejos amigos, suspicacias entre los nuevos correligionarios. Al margen de su gran personalidad humana, de su sensibilidad literaria y poética; al margen de su activismo militante como resistente democrático interno, hay algo que creo fundamental para entender el fenómeno de la reconciliación civil española posterior: Dionisio fue un catalizador que legitimó a muchos que, desde el régimen, fueron gradualínente aproximándose a posiciones liberales y democráticas. Tal vez esto explique la actitud que todavía hoy existe en España, diferente a la europea, sobre los intelectuales comprometidoscon el franquismo. Ridruejo, en este sentido, además de preícursor de la democracia, fue un legitimador que socializó la reconciliación y el templado olvido. En Europa se puede seguir planteando si Heidegger fue o no nazi -ocasional o consciente-, con finalidad excluyente o denigratoria, pero, entre nosotros, ¿qué vigencia tiene hoy esta cuestión aplicada a parte de nuestros valores intelectuales, como no sea meramente académica?

Yo conocí, en los cincuenta, a Dionisio, en la cárcel de Carabanchel, a donde llegaría Tierno más tarde. Nos habían detenido y procesado, junto con otras personas, por uno de los intentos de llegar a un acuerdo interno-exilio: la conspiración de las hipótesis. La penalización de las hipótesis es una figura jurídica extraña, barroca y escolástica, pero nuestra cultura de hibernación ofrecía estas singularidades. Las conspiraciones eran barrocas porque la sociedad y el poder eran barrocos. En aquellos años Tierno veía a Dionisio con distanciamiento y suspicacia campesina: la relación entre un vencedor disidente y un vencido temeroso. La traducción de esta actitud se concretaba en el tratamiento mutuo: utilizaban el usted. Conspirar desde la distancia personal parecía un contrasentido; pero no fue éste el argumento con que convencí a Tierno para que se tuteasen, sino acudiendo a algo que no parecía real: la edad. Dionisio, en efecto, era cinco o seis años mayor que Tierno, y mientras que aquél seguía siendo adolescente, Tierno simulaba ya ser un provecto krausista. Los días de Carabanchel facilitaron la eliminación de muchas reservas, es decir, simbólicamente se iniciaba la reconciliación. Mantendrán desde entonces diferencias ideológicas y tácticas, pero no tanto personales: la ironía italíanizante y festiva sustituirá a la distancia barroca.

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El descubrimiento de Italia por Tierno es mucho más tardío, como también su admiración. Lo barroco, rasgo dominante en Tierno, rechazaba la fantasía mediterránea. Por otra parte, Tierno era, como muchos intelectuales, deudor de la cultura germánica. Sin embargo, tal vez por su fondo anarquista, tan italiano como español, conectará con Italia a través del sur, también barroco, y por el federalismo, sobre todo, con Spinelli. Su utopía y su revolución cultural están más cerca de Baboeuf y de Buonarrotti que de Marx, y cuando monta partidos (PSIPSP) su modelo será italiano: como el Partito d'Azione, de resistencia y confluencia ideológica (liberales de izquierda, progresistas, socialistas radicales, socialdemócratas). Una de las paradojas tiemistas será precisamente ésta: conjugar barroquismo mesetario y flincionalismo anglosajón, marxismo utópico y federalismo italiano. Así, conspiración, ideología y utopía se irán desbarroquizándo, es decir, se italianizarán: si hoy viviese Tierno, y seguiría sin duda siendo regidor madrileño, hubiese recibido a la honorable y lúdica Cieciolina. Y será en su testamento literario, en su carta a una imaginaria profesora italiana, en donde Tierno proyecta su vida de precursor: su despedida del mundo la hará identificando utopía con Italia: su barroquismo, incluso su marxismo atípico, se retrotrae al humanismo renacentista italiano.

Si Dionisio y el viejo profesor entran en el mundo italiano por la cultura, Marcelino Camacho penetra por la política sindical, que es también un aspecto de socializar la vida real de un país. Orán, en su exilio, será buena atalaya para ver la reconstrucción italiana. Camacho y Redondo, los dos históricos dirigentes sindicales que vitalmente perviven, personalizarán dos formas diferenciadas, no necesariamente antagónicas, de entender la acción y función del movimiento obrero en una sociedad democrática. ¿Cómo se introduce Camacho en la magia convivencial italiana y no en la francesa o alemana? Cuando escriba sus memorias tendremos respuestas. En términos políticos, yo creo que el modelo italiano -bloque granisciario, compromiso histórico- se perfila ya en los comienzos de la creación de Comisiones Obreras: la filigrana florentina. Yo recuerdo, a comienzos o mediados de los sesenta, en el viejo despacho de la calle del Marqués de Cubas, nuestra sede conspiratoria, a Camacho, obrero de multinacional, contarnos la filosofia globalizante de Comisiones: todo el mundo podía ser de Comisiones. Tierno, no el grupo, se adhirió con entusiasmo, lo que no era obstáculo para mantener su partido y pertenecer a Unión Española (plataforma monárquicoliberal). Desde la perspectiva actual, desde la inevitable compartimentaliz ación excluyente, esto parece esotérico, pero por aquellos años era una actitud italianizante de superar el barroquismo descendente. Tengo la impresión que Camacho y Tierno se entendieron siempre por un equívoco secreto: Tierno quería ver en Comisiones un sindicalismo casi anarquista y a Camacho valedor flexible para establecer un sindicato pluralista y autónomo de integración obrera e interclasista. Italia era buen ejemplo, y por alguna razón, consciente o inconscientemente, Camacho hará público su doble compromiso, sindical y político, en tierra italiana.

Con la retirada en estos días de Marcelino Camacho de la política activa dirigente se cierra uno de los ciclos de tres grandes protagonistas de nuestra historia social contemporánea, de la resistencia y de la reconstrucción democráticas. Tres precursores y anunciadores de una nueva convivencia.

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