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Tribuna:MÚSICA Y LENGUAJE
Tribuna
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En Estados Unidos, la cosa está muy 'bad'

Una joven alumna mía, en las clases de inglés, me preguntó con cara muy grave: "¿Qué significa bad? ¿Por qué canta Michael Jackson I'm bad?". Después de pensarlo un minuto, le contesté que bad es una palabra de argot utilizada por la gente de raza negra en EE UU. En la canción, bad significa el mejor o el más macho.Por cortesía, la alumna aceptó mi explicación ambigua, pero no se quedó muy satisfecha. Bad, en el vocabulario inglés de nuestro texto, está traducido explícitamente: malo. Supongo que en España habrá bastantes admiradores de Michael Jackson, conocedores de un mínimo de inglés, que se preguntan por qué Michael baila por la pantalla cantando que él mismo es bad. ¿Es bad o está bad? Ésta es la cuestión. Tal vez yo, como compatriota de Michael Jackson, pueda arrojar luz sobre ella y explicar cómo es que en mi país bad se ha convertido en good.

Primero cabe recordar que Estados Unidos es el país donde se glorifica más al individuo. La nación fue fundada sobre el ideal de libertad del individuo, para que se desarrollara según su naturaleza, sin los límites del Estado. Bajo estas condiciones, un pueblo enérgico y trabajador conquistó el continente en relativamente poco tiempo. El individuo se desarrollaba, pero siempre en armonía con sus familiares y amigos, con quienes contaba para su bienestar .

La tradición individualista continúa hasta hoy . En este siglo, sin embargo, las condiciones que apoyaban psicológicamente al individuo han disminuido. Urbanización creciente, con la proliferación de influencias filosóficas y sociales, un sistema capitalista de sobreproducción y un pueblo cada vez más trashumante, todos han llegado a impedir las relaciones humanas fuertes y duraderas. Se creó el dandi, el hombre de moda y no de convicciones, de personalidad y no de carácter, el hombre juzgado por la opinión pública en lugar de serio por un Dios puritano. En su novela El gran Gatsby, Scott Fitzgerald describe en tonos oscuros esta evolución; la frivolidad decadente alrededor del protagonista llega a destruir su amor.

El norteamericano de hoy es un dandi solitario. Sus amigos se alejan 2.000 kilómetros en busca de trabajo y sus propias relaciones familiares se limitan al teléfono. Por tanto, intenta satisfacer sus necesidades sociales con amistades o amores pasajeros. Aprende a abrirse a otras personas, a soltar a desconocidos comentarios sobre el tiempo o un problema con su novio; se da por entendida la amistad. Pero si en cualquier país es difícil encontrar buenos amigos, en Estados Unidos, tierra de creencias, modos de vivir y filosofías superabundantes, es más difícil aún.

Sin una base social estable -o sea, sin amor-, el norteamericano busca aumentar su amor propio, su orgullo y el respeto de los demás. Los busca a través de su trabajo, su dinero, su capacidad de meter goles o inflar los bíceps o su colección de latas de cerveza. No extraña que le pregunte primero el nombre y segundo el trabajo.

Esta cualidad se destaca en la obra de Arthur Miller Muerte de a un viajante. El tío Benjamín, negociante que ha ganado una fortuna, empuja a Willy, el viajante desdichado, para que éste muestre su valía. "¡Ponle tu mano encima!", exige el viejo tío. Willy no puede. Al final de la obra se suicida: por lo menos, su póliza de seguros vale 20.000 dólares.

El héroe es el que gana o sobresale. Esto es la moral del cine norteamericano actual, tanto Amadeus como El jinete pálido o La guerra de las galaxias. La valía personal es un ranking relativo a otras personas. No vale tener sólo un coche, sino un gran coche; no solamente un empleo, sino uno bien remunerado e interesante e importante.

Por supuesto, se puede decir lo "sino sobre otros países. No estoy hablando de todos los norteamericanos, sino los suficientes para hacer una generalización segura. En contraste con los norteamericanos, los españoles tienen condiciones sociales más sanas. Las relaciones familiares son más fuertes y al español no le faltan amigos. Se pueden gastar bromas sobre el porcentaje de vida que el español medio pasa en los bares, pero el español medio tiene quien le acepte tal cual.

Sobresalir

Así que llegamos a Michael Jackson, norteamericano que cumple a las fantasías norteamericanas. Desde la portada de su disco, e desde la pantalla o escenario, Michael mira al público con aquella cara de furia y reproche. Cuando actúa, no es simplemente para entretener al público, sino para conquistarlo, probar una vez más que él puede, que él lo hace y que él tiene. Esto es, en fin el estilo bad : sobresalir, conseguir, olvidarse de una soledad agobiante y bañarse en el respeto y envidia -no necesariamente el amor- de los demás. Hay que estar un poco bad para ser bad .

En el país de Michael Jackson, millones de personas giran sobre el eje bad. Los pocos que consiguen serlo disfrutan del respeto de sus círculos sociales y profesionales. Entre otros ámbitos, estas personas aparecen en los deportes profesionales, medios de comunicación, cine y televisión; son los que forman la imagen de Norteamérica. Los otros, como Willy el viajante, aparecen en las estadísticas: tanto alcoholismo y drogadicción, tanta delincuencia juvenil, tantas personas que utilizan los servicios de psicólogos, grupos de apoyo y otros amigos alquilados.

El estilo bad también tiene una dimensión política. Hace poco, los asesores de Reagan se presumían tan bad que pasaron completamente del Congreso -y tal vez del presidente mismo- y emprendieron su propia política exterior en Irán y Centroamériea. Mi compatriota Michael Jackson, un ornamento de la cultura norteamericana, no lo ve, pero yo sí: en Estados Unidos la cosa está muy bad.

Philip Kraske es profesor de inglés en Madrid

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