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Lengua y federalismo

El Gobierno de Wilfried Martens cayó en octubre a causa de un problema lingüístico, y la principal tarea con la que se tendrá ahora que enfrentar el Gabinete que le suceda será de la misma índole, pero mucho más ambiciosa.La negativa de José Happart, alcalde de la pequeña localidad francófona de Fourons, enclavada en Flandes, región de habla flamenca, a demostrar su conocimiento del holandés y sus sucesivas destituciones y reelecciones acabaron provocando la dimisión de Martens y su equipo. La solución de éste y otros contenciosos que mantienen ambas comunidades del país -valona y flamenca- pasa ahora por una nueva revisión de la Constitución.

Durante los dos últimos meses, el Ejecutivo dimisionario se ha dedicado a elaborar la lista de los artículos que pueden ser modificados para acentuar el carácter federal del país, y la relación es tan larga que algunos comentaristas no han dudado en vaticinar que la transformación en ciernes del reino de Bélgica será la mayor desde su creación, en 1830.

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Después de la regionalización y comunitarización del Estado, acabada en 1980, la Cámara y el Senado deberán dar ahora un paso más -por mayoría de dos tercios- hacia un federalismo a la alemana, con la introducción de sectores hasta ahora olvidados, como la enseñanza, y con la conversión de Bruselas en una tercera región, tan autónoma como Valonia o Flandes.

Su tarea será tanto más difícil de llevar a cabo cuanto que muchas veces las mayorías gubernamentales se dividen en función de sus intereses regionales.

A diferencia de sus homólogos flamencos, los democristianos francófonos temen, por ejemplo, que la federalización de la educación provoque un retroceso de la enseñanza católica en una Valonia mayoritariamente socialista.

Sin embargo, en términos generales, son los francófonos -minoritarios desde un punto de vista demográfico y en una situación económica menos boyante- los más partidarios de la federalización para protegerse del predominio flamenco.

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