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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un programa inhabitual

Víctor Pablo Pérez, principal director invitado de la ONE, tuvo a su cargo un programa de confección bastante inusual pero de interés indiscutible. Intervenían como solistas los flautistas Jean Pierre Rampal y el que fuera su discípulo, Antonio Arias; se reponía la Celibidacheana, de Antón García Abril, y se interpretaba por vez primera la Sinfonía de requiem Opus 20, de Benjamín Britten.Hacer a estas alturas el elogio de Rampal resultaría pueril: es uno de los grandes en la historia de la flauta y su musicalidad quedó demostrada en el Concierto para dos flautas en sol mayor de Cimarosa, en el que Antonio Arias fue coprotagonista excelente por sonido, concepto, estilo y compenetración con su gran maestro. El virtuosismo rampaliano brilló, en grado sumo, en su transcripción del Concierto para violín de Aram Katchaturian, bien que, a pesar de la fidelidad al texto original, resulte preferible la versión violinística.

Orquesta Nacional de España

Director: Víctor Pablo Pérez. Solistas: Jean Pierre Rampal y Antonio Arias, flautistas. Obras de García Abril, Cimarosa, Katchaturian y Britten. Teatro Real, 4 de diciembre.

En 1982, la Nacional con García Asensio, estrenó la Celibidacheana del turolense García Abril, miembro caracterizado de la generación de 1931.

Sigo sin entender el subtítulo de Elegía, término que aún en su significado extensivo, alude a algo lastimero y triste de lo que la página garciabrileña tiene poco. Nacida específicamente de un pensamiento sinfónico, la Celebidacheana con todo y ser música tonal, dista mucho de ser creación conformista. Hay en el compositor unos planteamientos estructurales muy precisos y detallados, un planificado movimiento de las densidades sonoras y un curso fluido a lo largo del cual nos sorprenden muy bellos hallazgos. Quizá esté cercana de Hemeroscopium pero aquí todo es más conciso y austero; permanece, en cambio, un impulso vital firmemente controlado por el músico en el que resplandecen las cualidades del creador y las del catedrático con no pocos discípulos ya lanzados a la palestra. García Abril recogió personalmente las ovaciones dedicadas a su obra.

La Sinfonía de requiem Opus 20, estrenada por Barbirolli y la Filarmónica de Nueva York en 1941, nos descubre a Benjamín Britten en su estado puro. Se trata de un tríptico basado en el carácter textual, más dramático que litúrgico, del Lacrymosa, el Dies Irae y el Requiem aeternam. Con mano maestra, el músico inglés deja circular por los pentagramas sus más hondas emociones producidas por la muerte de su padre en un total polifónico/instrumental suficientemente contrastado en sus diferentes valores.

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