Cante y política

José Menese es uno de los pocos cantaores que durante el régimen anterior mantuvo una actitud de inconformismo y rebeldía, que de alguna manera dejó traslucir esa actitud en su cante. Hasta donde razonablemente podía hacerlo, claro está.Su presencia en este homenaje a las víctimas del franquismo, como en tantos otros acontecimientos de parecido signo, tiene el significado de la coherencia.

José Menese hizo un recital breve pero intenso. Es un cantaor que puede convertir su grito en un hecho político, pues el grito del cante tiene por naturaleza una condición que no puede aislarse del contexto social. Y el grito de José es dramático, tremendo; pocos como él capaces de transmitir emoción, inquietud, angustia.

Si el hecho flamenco puede ser -debe ser- un acto de comunión, cuando la convocatoria se hace por una motivación ideológica esa comunión adquiere un profundo significado.

Asistimos, pues, a un acto muy emotivo, en que el cante de José Menese tuvo una enorme grandeza y enorme poder de convicción. La cartagenera, la petenera, la soleá y los tangos fueron los estilos que le sirvieron para, una vez más, expresarse con rigor en ese lenguaje de lo jondo que él domina con autoridad. Su voz, fresca, con poder, fue la de los grandes momentos de un cantaor que tiene en ella precisamente un instrumento de valor incalculable. El público vibró con el cante; respondió a su llamada con entrega y fervor.

Le acompañó en el toque, con su maestría habitual, Enrique de Melchor, quien antes nos había brindado en concierto una hermosa muestra de su arte, en solitario y acompañado por los guitarristas José Heredia y Óscar Luis. Enrique hace hoy una música flamenca que conserva las raíces ancestrales de su padre, pero sin quedarse en aquella época, y puesta al día, atento a las influencias que han llevado a la guitarra flamenca a una evolución espectacular.

Antes aún hubo un lugar para los poetas Lauro Olmo y Leiva, que recitaron breves poemas.