Manuel Conde
Poeta, crítico de arte y fundador del grupo El Paso
Dice de sí mismo que es poeta, con esa falta de pudor que sólo tienen los locos y los auténticos poetas. Él es un mucho de ambas cosas. Y dice también de sí mismo que vive no de la caridad, sino de la casualidad. Se llama Manuel Conde, es poeta, pintor de linces, crítico de arte, bohemio y fundador del grupo El Paso. En la cervecería Recoletos, ya desaparecida, Antonio Saura les propuso a él y a Canogar formar un grupo que se opusiera al oficialismo del arte. Allí nació El Paso. Desde entonces han pasado 30 años.
Tiene el pelo casi blanco. Y en su cartera, junto a peteneras y soleás que cantarán cualquier noche de vinos el Antolínm o el Jerónimo, o el Juanje, guarda sus 64 años como auténtico oro en paño. Tuvo un gato y, como aquel pintor loco, un hermano maravilloso con el que compartió copas, aunque no le escribiera carta alguna.Ha conocido y tratado a los grandes pintores, a los más brillantes poetas, a los músicos más sólidos de este siglo. En París compartió conversación y sueño con Picasso, escuchó a Mauricio Bacarisse y habló con Antoni Clavé. Madrileño, de Chamberí, estudió bellas artes con Agustín Úbeda, Juana Francés, Villaseñor, Mampaso. Hizo crítica de arte para sacarse una pequeña ayuda y la escritura terminó convirtiéndose en su forma de vida.
En él es cierto que de la poesía sólo ha sacado duelos y quebrantos que ni para cenar le han servido. Y ahora, lejos ya de cualquier fogosidad juvenil, recuerda con cariño y agradecimiento a Federico Muelas, entonces funcionario del Ministerio de Información y Turismo, que, en contra de la postura oficial, autorizó su libro de poemas Habitando el exilio. Entonces el exilio no existía y mucho menos habitarlo, por mucho que el poeta se empeñara.
Pero Manuel Conde, sobre todo, ha sido uno de los artífices del movimiento artístico español más importante de los últimos años. A él y a Canogar, Antonio Saura les propuso crear El Paso. Lo recuerda como si fuera ayer. Era el año 1956. Un sábado de primavera en la cervecería Recoletos. Aquello parecía una locura, pero salió adelante. También parecía una locura montar una exposición de pintura abstracta en el Madrid de 1956, y, a pesar de ello, Conde lo hizo. Entonces dirigía la galería Fernando Fe, en la Puerta del Sol, y allí expusieron Oteiza, Quirós, Feito, Mampaso...
Del resto de su vida no le gusta hablar. Y lo que se sabe de él es por referencias y entra casi en el campo de la leyenda. Se cuenta, por ejemplo, que una noche le detuvo la Policía Militar por irse detrás de un gato que se metió en zona americana de Torrejón. Y que estuvo en los homenajes a Machado; y que, siempre con su cartera debajo del brazo, ha recorrido las noches de Madrid. Su ficha policial dice que fue detenido, ya en la democracia, por desacato. Pero cuentan que fue por reivindicar el derecho constitucional a moverse libremente.
Se dice que ahora vive de artículos, y críticas, y conferencias. Y se asegura que le conoce mucha gente, que tuvo entre sus amigos a Vicente Aleixandre, que hay artistas, que le deben mucho y a los que él nada debe. Y lo último que se sabe -con certeza, eso sí- es que hoy su única preocupación es que le arreglen el techo, que se le ha hundido con las lluvias, para seguir -ay- viviendo de pura casualidad.
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