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Los diplomáticos italianos se declaran en huelga

Juan Arias

Ni siquiera el fino y astuto Giulio Andreotti ha podido evitar que ayer, en su Ministerio de Asuntos Exteriores, explotase la primera huelga general de los diplomáticos italianos. Estos funcionarios se quejan, entre otras cosas, de problemas de carreras bloqueadas, de rigidez del escalafón, de la identidad de su propio trabajo como diplomáticos y, por supuesto, también exigen mejoras económicas.

Ayer, por vez primera, en el palacio de la Farnesina de Roma y en las embajadas y consulados italianos de todo el mundo los miembros de la carrera diplomática se cruzaron de brazos y cerraron las puertas de sus delegaciones. La huelga había sido convocada por los sindicatos autónomos, que agrupan a 600 de los 800 diplomáticos de carrera.Andreotti había hecho lo imposible para evitar esta primera huelga de embajadores presentando con la velocidad de un rayo, en el último Consejo de Ministros, un decreto ley que concedía ciertas ventajas a los diplomáticos.

"No renunciamos a la huelga por un plato de lentejas" respondieron con poca diplomacia los representantes de los sindicatos autónomos durante una agitada asamblea general celebrada en el gran salón de mármol de la Farnesina.

Clara Maglietta, secretaria de dicho sindicato, aseguró a la Prensa que las medidas presentadas en el Consejo de Ministros "no resuelven el problema de base del funcionamiento de nuestras embajadas en el exterior". Maglietta añadió: "Por eso la huelga se hará". Y la huelga se hizo, a pesar de que a ella se habían opuesto desde el primer momento los tres grandes sindicatos unitarios de CISL, CGIL y UIL.

El paro de los diplomáticos ha tenido lugar en un clima de huelgas en cadena proclamadas últimamente en todos los sectores por los sindicatos más diversos. El gusanillo de la protesta ha contagiado a los mismos jueces y magistrados, que ayer amenazaron con una huelga blanca contra el proyecto de ley aprobado por el Consejo de Ministros tras el último referéndum sobre la responsabilidad civil de los jueces, y que ahora deberá discutir el Parlamento italiario.

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