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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un paso histórico

EL ACUERDO al que han llegado en Ginebra George Shultz y Edvard Shevarnadze garantiza que en la próxima cumbre de Washington, dentro de dos semanas, Reagan y Gorbachov firmarán un tratado eliminando los misiles nucleares de alcance medio, es decir los que tienen un radio de entre 500 y 5.000 kilómetros. Es un paso de significación histórica.Se trata de la primera vez, desde que la bomba atómica hizo su aparición, a finales de la II Guerra Mundial, en que se concluye un tratado para destruir armas nucleares. Los anteriores tratados entre EE UU y la URSS fijaban topes, en cantidad y calidad, para las nuevas armas, limitaban su crecimiento, pero no las reducían. El nuevo tratado no tiene precedente. Es cierto que los misiles que serán destruidos sólo representan un 4% de los arsenales de las superpotencias, pero la nueva dinámica que se pone en marcha es de una trascendencia evidente.

Los puntos del tratado que han dado lugar a mayores discusiones son los referentes a la verificación. La puesta en marcha de un sistema de inspecciones sobre el terreno en los territorios de la URSS y EE UU, incluso de los países europeos que han instalado euromisiles, inicia un camino radicalmente nuevo. Se trata de que cada firmante tenga la seguridad de que el otro cumple lo pactado: comisiones de la URSS o de EE UU podrán realizar, si lo juzgan preciso, inspecciones en plazos de horas, en determinadas instalaciones de la otra parte.

Podrá haber 20 inspecciones de ese género al año durante los primeros tres años; luego, en forma decreciente, pero el sistema funcionará durante 13 años. Se prevé incluso que depósitos de misíles estratégicos se abran para que los satélites espías puedan comprobar que no hay misiles de alcance medio mezclados con los estratégicos. Estos detalles tienen una evidente carga política con vistas al futuro: si el mecanismo funciona a satisfacción de las partes, será generador de confianza mutua. En cambio, puede ser motivo de constantes incidentes y acusaciones. Mucho dependerá del clima político que prevalezca despues de la firma.

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Llama la atención que este acuerdo sea firmado, en nombre de EE UU, por el presidente más antisoviético de la posguerra: ello parece indicar que hoy la necesidad de frenar la locura del rearme nuclear es más fuerte que los anatemas ideológicos. En la URSS, el fenómeno ha sido otro: la firma está directamente relacionada con un proceso de reformas y cambios del régimen soviético. En los últimos 40 años, el sistema de seguridad occidental ha partido de la premisa de que la URSS es intrínsecamente agresiva y se dispone a atacar a Occidente. Ahora irrumpe un tema nuevo en la política europea y norteamericana: el de sí esa premisa sigue vigente o si debe modificarse.

En la nueva situación, los Estados europeos deberán asumir un papel mayor y más directo para garantizar su seguridad. Este problema da lugar a diversas interpretaciones. Una, que predomina en el establishment militar de la OTAN, considera que el acuerdo debilítala doctrina estratégica de la Alianza, por lo que sugiere reforzar, por otras vías, el armamento nuclear en Europa occidental.

Otra, con más arraigo en muchos Gobiernos y en la opinión pública, parte de que, en la nueva situación, los armamentos convencionales desempeñarán un papel más importante. De ello se derivan dos conclusiones: hace falta reforzar el pilar europeo de la OTAN y el papel de los Gobiernos europeos en materia de seguridad. Al mismo tiempo adquiere una importancia prioritaria el desarme convencional en las negociaciones con la Unión Soviética. En ese orden los avances han sido muy inferiores. Pero en la nueva etapa, el desarme convencional será una preocupación central de los europeos.

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