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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

'Speed control'

Vengo de pagar una multa de tráfico. Era culpable. La merecía. Aquella recta diáfana y deliciosa, aquella (¡por fin!) pulida superficie de asfalto y mis recién estrenados, lustrosos y llenos de vitalidad 70 caballos piafando de ganas de sobrepasar los 90 kilómetros a la hora que las limitaciones de velocidad imponían, acabaron con mis últimos escrúpulos de ciudadano de bien, educado en la observancia y cumplimiento de las normas, incluso de las de tráfico. De verdad, fue inevitable, pura poesía futurista ("... automóvil ebrio de espacio / que pataleas de ansiedad, / el freno en los dientes estridentes"), pura necesidad del espíritu.Pero él estaba allí (yo sabía que podía suceder). Un speed control homologado de la última generación, un radar implacable que no había oído hablar de Marinetti ni de la belleza de la velocidad, me vio pasar feliz y comedidamente inconsciente, y un click saltó, registrando en su memoria aquella escena llena de lirismo futurista.

Tan sólo unos kilómetros después me instalé en una caravana anodina. Mis caballos trotaban a unos aburridos 60 kilómetros por hora y yo -sabía que el click se había producido. Una sensación agridulce de que, a pesar de todo, había merecido la pena me confortaba. Antes de llegar a mi destino hube de sufrir varias retenciones; ya no me confortaba ninguna sensación. Cuando llegué a casa comprobé que había recorrido los 150 kilómetros de mi viaje en tres horas y pico (unos 45 brillantes kilómetros a la hora como media), y fui consciente de que un excepcional dinamismo administrativo haría llegar la comunicación de la multa casi al mismo tiempo que yo. Como así fue. Pero era culpable y, ya lo he dicho,_vengo de pagarla-

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