Mayor Zaragoza inicia su mandato en la Unesco con un discurso en español
El bioquímico español Federico Mayor Zaragoza, de 53 años de edad, juró a ayer en español su cargo de director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), y se dirigió a la Conferencia General en el mismo idioma, rompiendo así -con gran satisfacción de las delegaciones latinoamericanas y española presentes- con la tradición de utilizar únicamente el inglés y el francés como lenguas de trabajo.
La toma de posesión de Mayor Zaragoza -que juró su cargo también en castellano- se convirtió en una auténtica fiesta española, realzada por la presencia de personalidades de la vida política y cultural, como el ministro portavoz del Gobierno, Javier Solana (que ostentaba la representación del Gabinete de Felipe González); el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol; el ex jefe del Ejecutivo Leopoldo Calvo Sotelo; el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall; el parlamentario europeo del Centro Democrático y Social Eduardo Punset, y el defensor del pueblo, Joaquín Ruiz-Giménez.En su primer discurso como director general, Mayor se mostró moderado y conciliador, tratando de evitar las reticencias de los países del Tercer Mundo en los que se apoyaba su predecesor en el cargo, el senegalés Amadou Mahtar M'Bow, y, al mismo tiempo, lanzando un mensaje conciliador que permita la vuelta a la organización de Estados Unidos, el Reino Unido y Singapur.
Mayor firmó ayer sus dos primeros decretos. En uno saludaba al personal de la Unesco. En el otro congelaba todas las contrataciones y todos los gastos y decisiones económicas aprobados en los últimos días. M'Bow firmó la semana pasada 90 contratos definitivos a trabajadores temporales, así como unos 100 ascensos de funcionarios. La mayoría de los afectados son nacionales de países del Tercer Mundo.
La noticia se conoció poco después de que Mayor elogiara públicamente al personal de la organización y de que preconizara la "reforma sin ruptura" de la Unesco. Fue acogida con estupor, según algunos portavoces, especialmente de países subdesarrollados, que calificaron los decretos de autoritarios y que, en el caso de la congelación de gastos, llegaron a asegurar que constituyen el acta de paralización de la organización.
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