Cavaco Silva, conservador pero no tanto
Los primeros 100 días del Gobierno de mayoría absoluta rompen prejuicios sobre el primer ministro
El tiempo transcurrido desde su victoria arrolladora en las elecciones del pasado 19 de julio no ha hecho mella en la popularidad personal del primer ministro portugués, Aníbal Cavaco Silva. Pero los primeros cien días de la nueva legislatura permiten precisar mejor el contenido, el alcance y las limitaciones del cavaquismo. Cavaco Silva ha confirmado en sus primeros 100 días de Gobierno con mayoría absoluta que no es un conservador puro y duro ni un adepto de las privatizaciones salvajes.El peso del sector estatal será reducido pero de acuerdo con la legalidad y con el interés nacional, y de momento se habla tan sólo de la privatización de una o dos empresas públicas a corto plazo y sin fecha definida. Tampoco se sabe cuándo empezará y en qué condiciones la venta de los diarios estatales y de los otros medios de comunicación en manos del Estado.
Cavaco Silva intervino personalmente para echar un jarro de agua fría sobre cierta euforia consumista y especulativa que se apoderó de sectores de la sociedad portuguesa después de su victoria electoral: aumentó el precio de la gasolina y del tabaco, restringió el crédito al consumo y advirtió a los portugueses que vigilaran que no les dieran gato por liebre al adquirir en bolsa acciones de empresas en mala situación.
Prometió castigar severamente la explotación de la mano de obra infantil y aumentó las reformas y pensiones en más del doble que la inflación prevista para el próximo año. Fueron medidas que la oposición de izquierda tachó de "demagógicas" y de "pura fachada", pero que han contribuido a consolidar la popularidad del jefe del Gobierno, a tal punto que la CGTP, central sindical de mayoría comunista, ha comprendido que no podía seguir negándose a ocupar sus asientos en el Consejo Nacional de la Concertación Social, creado por el Gobierno socialista de Mario Soares.
Crisis en la oposición
El cambio de actitud de la CGTP es también un ejemplo de la crisis que afecta a todos los partidos de la oposición, sin excepción. Absorto en sus querellas internas, el partido socialista no ha encontrado hasta ahora el terreno y el tono justos para oponerse a la política del Gobierno. A los ojos de la opinión pública, sus críticas contra algunas de las medidas de Cavaco Silva aparecen muchas veces como rencillas de mal perdedor.El Partido Renovador Democrático (PRD), que el ex presidente Antonio Ramalho Eanes abandonó definitivamente con un portazo, ha visto cómo su único eurodiputado, José Medieros Fereira, desertaba hacia el grupo socialista.
Los democristianos del CDS, con cuatro diputados en el Parlamento de Lisboa, están aún en peor postura que los eanistas, con siete, para hacer oír su voz junto a un electorado de derecha rendido a Cavaco Silva. Pero, por increíble que parezca, es sobre todo con las supuestas divisiones de la derecha y el regreso del ex líder del CDS Freitas do Amaral con lo que la oposición de izquierda cuenta para frenar el éxito de Cavaco Silva.
Se habla de rivalidades y disputas personales entre los ministros, de divergencias con los altos mandos del Ejército, y se agigantan supuestos errores y derrotas de la diplomacia portuguesa, pero este tipo de problema interesa mucho menos a la opinión pública que la evolución del poder adquisitivo de los salarios, de los precios y del paro, y los barómetros económicos siguen indicando bonanza.
Contra todas las previsiones, la inflación sigue bajando, aunque más lentamente. Las inversiones, nacionales y extranjeras se disparan. Las estadísticas oficiales registran una pequeña reducción del paro y el cambio empieza a ser visible en las calles de Lisboa u Oporto.
Una amenaza de escándalo con el aprovechamiento del fondo social europeo para la formación profesional, lejos de salpicar al Gobierno, ha sido hábilmente transformada en ejemplo de lucha contra la corrupción: cortes drásticos en las demandas de financiación, despido de funcionarios subalternos y entrega del caso a la policía judicial. Entre tanto, el presidente, Mario Soares aprovecha la coyuntura favorable para reconstruir su propia popularidad en el papel de "padre de la patria y de la democracia".
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