'Spitting image'
LAS CRISIS de pareja de la vieja y apasionada casa real inglesa solían terminar en la torre de Londres, donde un diestro verdugo de hacha pesada rebanaba el pescuezo de la díscola o la fastidiosa joven que perturbaba la tranquilidad del rey, acompañada a veces de supuestos o verdaderos amantes.Grandes temas para la tragedia o para la ópera. Lo han sido desde milenios atrás: un penoso asunto matrimonial en el palacio de los Atridas caía en manos de Sófocles o de Eurípides, se convertía en complejos mitológicos para uso del psicoanálisis vienés; y en catarsis, si había lugar. Ahora, la crisis de pareja entre el príncipe de Gales y lady Diana, que había comenzado como un bello romance, degenera hasta las páginas de los periódicos sensacionalistas: es un chisme. El largo paso histórico de la tragedia al chisme es, sin duda, una conquista de nuestro siglo.
También se ha rebajado el tono grave de la tragedia: el viento sombrío del destino, su silueta envuelta en el peplo de las sibilas o directamente de los dioses. Quienes parece que marcan ahora el camino a seguir son los reporteros de Daily Mirror o sus semejantes. El bosquejo de la pareja y de cada uno de sus miembros que esta voraz prensa ha ido haciendo en estos últimos años venía ya dibujando lo que se llama incompatibilidad de caracteres. Sale de entre sus páginas un príncipe Carlos apasionado por el polo, místico, misterioso, que se hace acompañar de gurús y astrólogos que le indican la vía que marcan las estrellas -como a los príncipes de Calderón-; un pálido y flaco caballero vegetariano que come los tomates y las lechugas que cultiva por su mano en su propia huerta. Mientras, lady Di odia el polo, ama el rock, desprecia la lechuga, se ríe del gurú, prefiere a los famosos de la jet, llama la atención con sus modelos y detesta el protocolo. En cuanto a las largas estancias en el castillo de Balmoral, le parecen el castigo mayor de su vida. Sus modos y caracteres inspiraron las caricaturas del Spitting image de la televisión, y finalmente son ahora ellos quienes parecen convertirse en la imitación de los muñecos que les representan.
Pero acaso lo que está pasando es precisamente aquello que cuentan, como una historia "muy humana", las revistas del corazón. Simplemente que estos dos seres vivos tratan de escapar, cada uno por su parte, del verdadero destino que se teje en torno a ellos. Del que les convoca a la cita inevitable con la corona, y a la vida ejemplar y seria. Se escapan de su espejo: de las formas, que en el Reino Unido tienen un dictado famoso: manners before morals. Porque al fin no son sus ideas respectivas de moral lo que supuestamente está escandalizando a la opinión, sino la falta de maneras. Un público que, en contradicción con lo que manifiesta como público, celebra estas peripecias. Enredos con los que parecen igualarse todos los estratos sociales y mediante cuya divulgación extraordinaria se amortiguan los propios problemas.
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