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La reforma económica de la URSS, esquiva el mercado y mantiene la primacía del plan

Pilar Bonet

La reforma económica soviética, fijada en una ley sobre las empresas estatales y 11 decretos, mantiene un fuerte control estatal en todos los sectores, establece la primacía del plan, esquiva el mercado e incluso puede hacer aumentar el aparato de dirección económica, formado por 18 millones de funcionarios, que, teóricamente, se pretende reducir. El conjunto de disposiciones que dan cuerpo a la reforma de Mijail Gorbachov fueron editadas discretamente el pasado verano en un folleto con tirada de medio millón de ejemplares. Sin embargo, no fueron publicadas en Pravda, el órgano del partido, que tiene más de 10 millones de tirada. Los decretos fueron mencionados por Gorbachov el pasado mes de junio en una reunión con economistas.

En aquella ocasión, Gorbachov explicó que el jefe de Gobierno, Rizhkov, "me acaba de decir que cada día tiene que devolver un conjunto de documentos porque contradicen el proyecto de ley sobre las empresas", y añadió, "por el momento no aprobamos estos proyectos sobre los órganos centrales de dirección de la economía".Los proyectos aparecieron después en el folleto y diez de los once decretos contenidos están respaldados con la firma de Gorbachov y Rizhkov y la fecha del 17 de julio, sin haber sido sometidos al Soviet Supremo de la URSS (Parlamento formal).

Los decretos, ligados a la ley de las empresas, afectan al GospIan (organismo central planificador), Gosnab (organismo central suministrador de recursos), comité de ciencia y técnica, mecanismo de financiación, sistema bancario, formación de precios, ectadística, ministerios e instituciones departamentales, así como dirección de las repúblicas y Comité Estatal de Trabajo.

La inercia del sistema

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Tras una lectura atenta, un economista soviético y otro occidental coinciden en afirmar que los cambios previstos en relación a la actualidad son tan tímidos que están condenados a ser reabsorbidos por la inercia del sistema, centralizado y burocratizado. Ambos señalan que la reforma se queda en algunos aspectos por debajo de la de 1965 o reforma Kossiguin, que preveía un mayor margen de libertad para las empresas así como el cierre de las no rentables.

"Este mecanismo económico no funcionará porque conlleva aún el núcleo fundamental' del viejo sistema", dice Vasili Seliunin, un periodista experto en economía, autor de uno de los artículos económicos que inauguraron una etapa de discusión más abierta en la URSS.

"Las expectativas de cambio se distancian cada vez más de la realidad. Soy pesimista", dice un experto economista occidental que no quiere ser identificado.

La reforma establece desde arriba un nuevo sistema de precios al por mayor que entra en vigor el uno de enero de 1990 para la industria y el transporte, y un año más tarde para la construcción y la agricultura. Todos estos precios serán calculados de forma administrativa contabilizando "de forma más completa" la mano de obra, los recursos de materias primas y "de acuerdo con las perspectivas de desarrollo de la economía" para el quinquenio 1991-96.

Las disposiciones consideran intolerable utilizar el mecanismo dei formación de precios para "una subida injustificada" y para el logro de "ganancias no vinculadas a la contribución real de los colectivos de trabajo en el resultado final de su actividad económica". La determinación de lo justificado se queda para los órganos centrales.

No se dan fechas como tampoco se dan para la entrada en vigor de los precios al consumidor. La prensa soviética ha puesto en marcha ya una campaña de mentalización sobre las subidas, al tiempo que trata de tranquilizar a la población que, según los periódicos, ha comenzado ya a hacer acopio de víveres.

Los cambios "que afectan al nivel de vida de la población" serán objeto de "una amplia discusión en el país", dice el decreto de precios. Éste considera que, "sobre la base de unas exigencias únicas estatales en la formación de precios", debe "asegurarse la democratización del proceso de formación de los mismos y unir, "de una forma más ágil", los "principio centralizados de su disposición" con el "aumento de los derechos" de ministerios, departamentos y órganos de dirección locales y empresas.

La "disciplina de precios" tiene un importante papel y para ello se aumenta el control y la vigilancia estatal, lo que supone, según coinciden Siliunn y el economista occidental, un incremento del aparato. "Sanciones económicas" están previstas para "la violación de la disciplina", y se crea "un instituto científico investigador de la formación de precios" y una revista titulada Formación de Precios en la URSS.

El plan estatal cambia de nombre. Se llama ahora "cifras de control" (nivel mínimo de efectividad), "encargo del Estado" (obligatorio y aplicable a toda la producción vinculada con tareas estatales) y "reforzamiento de la capacidad militar y la independencia económica del país". En el caso de la metalurgia, el "encargo del Estado" sólo deja libre de plan un 1% de la producción.

Reforzado el Gosplan

Regiones como Siberia o el Lejano Oriente tienen prioridad en la planificación de la distribución de inversiones y el Gosplan ve reforzado su aparato. "Junto a los cuadros altamente cualificados de la vieja generación" se prevé que "trabajen y adquieran experiencia jóvenes empleados con perspectivas". De esta manera el Gosplan se enriquece con una academia de planificación económica.

La estabilidad del plan quinquenal, fijada en la reforma, ha de ayudar a las empresas a organizarse, pero tal principio, fijado en la reforma económica de 1979, "resultó incumplible", según Siliunin.

La fiabilidad de los datos de partida es también cuestionada. Siliunin constata que la falta de confianza entre empresas y Estado motivaba unas demandas de recursos no realistas por parte de éstas y unas dotaciones del Estado que contabilizaban la existencia de engaño. Se trata de "pedir un camello con tres jorobas para obtener uno con dos jorobas", dice Seliunin, que no está convencido de la desaparición de tal tendencia.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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