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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Caída en Wall Street

LA CAIDA de las cotizaciones en la bolsa norteamericana (un 10% en tres días) ha producido un fuerte impacto en los mercados mundiales, en los que algunos comentaristas han comenzado a evocar la crisis de 1929.Tal vez una de las características más importantes de la fuerte caída registrada en los días pasados haya sido la ausencia de una causa única que explique la afluencia masiva de órdenes de venta. La primera causa de la que se ha hablado, los malos resultados del comercio exterior norteamericano, no es de la suficiente envergadura como para explicar la caída, entre otras cosas porque los resultados no han sido tan desfavorables como se dice. Se esperaba una mejora del déficit comercial en agosto del orden de los 2.000 millones de dólares en relación con el registrado en julio, y la cifra publicada indica que la mejora ha sido de 1.000 millones solamente. Semejante diferencia no explica por sí sola la oleada de pesimismo que parece haberse apoderado de los inversores norteamericanos. Hay, pues, que buscar otras causas, de entre las cuales conviene destacar el temor a un aumento sustancial de los tipos de interés. Éstos, en cualquier caso, comenzaron a subir hace ya más de un mes, y el movimiento se ha acelerado al anunciar algunos grandes bancos norteamericanos una revisión al alza de sus tipos preferenciales.

Ambos fenómenos están estrechamente ligados; cada vez hay más gente que opina que el ajuste de la balanza comercial solamente se obtendrá mediante una drástica reducción de la demanda interna. La depreciación del dólar no ha servido hasta ahora para gran cosa, pues, a pesar de haber perdido más de la tercera parte de su valor frente a la práctica totalidad de las monedas de los países industrializados, el déficit comercial sigue siendo enorme. Es cierto que el ajuste de un déficit de la magnitud del norteamericano no puede producirse en un corto período de tiempo, y que, si se analizan las cifras con frialdad, se llega pronto a la conclusión de que ha comenzado a producirse una mejora, en volumen, de los intercambios. Pero estas razones pesan poco ante la persistencia de un desequilibrio que obliga a Estados Unidos a endeudarse cada vez más en los mercados internacionales.

Otra razón que induce al pesimismo es la situación económica de las familias norteamericanas, que han venido endeudándose en los últimos tiempos a un ritmo bastante superior al del aumento de sus ingresos. La tasa de ahorro de las economías familiares ha descendido hasta un mínimo histórico (del orden del 4% de su renta disponible, frente al 12% en la República Federal de Alemania o el 17% en Japón), y la situación se ha complicado más aún al haber suprimido la reforma fiscal del presidente Reagan la posibilidad de deducir de la base imponible los intereses de las deudas derivadas del consumo. Todo esto implica como consecuencia la posibilidad de que las familias realicen una parte de las ganancias que han obtenido en los últimos años en la bolsa para suavizar, mediante la reducción de sus patrimonios, las consecuencias del ajuste de renta al que necesariamente tendrán que someterse.

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Una de las características de la caída de la bolsa de los últimos días es su generalidad. Esta situación debe hacer reflexionar sobre lo que está sucediendo en las demás bolsas. La especulación que parece haberse desatado en todo el mundo ha provocado subidas indiscriminadas, en las que el valor de los títulos cotizados ha dejado de tener relación con la situación real de las empresas. Cuando las tornas cambian, no tiene por qué extrañar que la baja sea también indiscriminada. De momento hay margen suficiente para la caída, pues en sólo un año la bolsa norteamericana había subido más de un 40%. Pero el nerviosismo actual debería incitar a una mayor coordinación de las políticas económicas de los grandes países industrializados y a una mayor consideración de los fenómenos reales a la hora de valorar los factores que contribuyen al progreso de los países.

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