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Tribuna:TEMAS DE NUESTRA ÉPOCA
Tribuna
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China y su futuro: ¿reforma o cambio de sistema?

A principios del siglo pasado, Napoleón valoraba la magnitud del potencial de Oriente en su célebre frase "Cuando China despierte, el mundo temblará", cuyas tres primeras palabras, seguidas de puntos suspensivos, sirvieron de base para uno de los libros más importantes sobre el gran país asiático escrito por Alain Peyrefitte a mediados de los aflos setenta, cuando se produjo la gran apertura de De Gaulle hacia Mao Zedong. Ahora ese momento parece haber llegado... China despierta, pero sinceramente creo que el mundo no tiene por qué temblar.El 11 de julio de 1987 se conmemoró en Pekín -seguramente la única ciudad del mundo donde se produjo una tal celebración- el simbolismo de que en esa fecha el planeta azul en que vivimos rompió la barrera de los 5.000 millones de seres humanos. En el solemne acto que tuvo lugar en la capital de China, el señor Manfred Kulessa, que representaba a la ONU, puso muy de relieve que si el crecimiento demográfico mundial ha iniciado ya un cierto declive para situarse en torno al 2%. anual, ello se debe, en lo fundamental, a la política de población seguida en la República Popular China, que desde hace ya años mantiene un control demográfico riguroso en la línea de "sólo un hijo por matrimonio". De haberse mantenido en los últimos 16 años la natalidad que China tenía en 1970, ahora en el país de Confucio y Mao habría 1.260 millones de personas, es decir 200 millones más que hoy.

CONTROL DEMOGRÁFICO

También dentro del área de lo demográfico, y con una importancia innegable, debe subrayarse la importancia de los chinos de ultramar. En sucesivas oleadas emigratorias, China desplazó un gran volumen de su población hacia todo el sureste asiático, a los archipiélagos más próximos de Filipinas, Indonesia, etcétera, sin olvidar los grandes efectivos de origen chino en América y especialmente en Estados Unidos. Hoy en Pekín se distingue entre los compatriotas de Taiwan, Hong Kong y Macao y los chinos de ultramar, del resto del mundo. Pero todos son tratados con el mismo sentimiento de que forman parte de una vasta y casi ubicua nación, y por ello, aunque estén al margen de sus fronteras, la República Popular les dedica lo mejor de sus pensamientos -como igualmente sucede lo recíproco-, lo cual se traduce en las inestimables ayudas exteriores que China recibe para transformarse en una gran potencia.

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En la misma línea se mueven los intereses de Pekín a la hora de facilitar cada vez más las largas estancias de sus estudiantes en otros países, en una política que recuerda mucho a la de la revolución Meiji en Japón durante el último tercio del siglo XIX; cuando los nipones decidieron asimilar en un tiempo récord lo más importante de la tecnología occidental. Sobrarán los comentarios al respecto con sólo resaltar que China tiene en estos momentos un total de 22.000jóvenes estudiantes en Estados Unidos, perfeccionándose en distintas vocaciones y futuras especialidades. Como comparación, baste recordar que los jóvenes soviéticos en esa situación no alcanzan al centenar.

LAS CUATRO MODERNIZACIONES

De forma más o menos explícita en el exterior, y algo parecido se da a entender en el interior de China, todos hablan de una segunda revolución china o de la revolución de Deng Xiaoping. Son muchos los que piensan que lo que se está planteando es la sustitución del socialismo todavía no alcanzado -y mucho menos el comunismo- por un retorno a fórmulas mixtas que aceptan un cierto capitalismo suavizado; por mucho que la antes nefanda palabra se troque ahora por expresiones del tipo de "utilización del-mercado-junto- a-la-planificación-para- atender- a- las -necesidades -populares".

La formulación oficial del actual proceso de cambio político y social en China se basa -siguiéndose todavía la pauta pedagógica maoísta de la enumeración- en las cuatro modernizaciones: agricultura, industria, ciencia y tecnología y militar. El objetivo final de esos impulsos renovadores se aparta de connotaciones ideológicas ("¿Qué más da que el gato sea blanco o negro, si sirve para cazar ratones?", en frase de Deng), con el resultado de que su objetivo final queda cada vez más desvaído políticamente.

El propio Mao, que parecía estar tan seguro de todo, no ocultó sus dudas sobre cuál podría ser el final del proceso que él inició. Como comentó en cierta ocasión, concretamente en 1965, su gran amigo y sinólogo Edgar Snow, los chinos que por entonces tenían 20 años no habían luchado en la guerra, "nunca vieron un imperialista ni conocieron el poder del capitalismo... Hay dos posibilidades. Es posible que continúe desarrollándose la revolución orientada hacia el comunismo o bien la juventud podría negar la revolución y ofrecer un lamentable espectáculo: concertar la paz con el imperialismo, promover el retorno de Chan Kai Chek y apoyar a la pequeña proporción de contrarrevolucionarios que todavía viven en el país". Algunos, hoy, piensan que Mao fue un profeta; otros seguirán pensando que era un esteta de la revolución.

En los últimos años, con las cuatro modernizaciones, en la agricultura se ha pasado del sistema de comunas, como proyecto de colectivización total, al sistema generalizado de parcelas familiares individuales. El papel de la comuna se ha visto limitado al de una unidad político-administrativa que ya no puede controlar el uso de la tierra, que teóricamente, y para un plazo de 15 años, se ha distribuido entre los campesinos, de modo que cada uno en su parcela procede con amplia libertad de decisión de producir más para el mercado libre e incluso emplear trabajo ajeno en parcelas de hecho arrendadas a los agricultores menos emprendedores.

Con el nuevo sistema de responsabilidad -como oficialmente se llama-, los aumentos logrados en la producción se califican unánimemente de prodigiosos. Hoy China es autosuficiente en la mayor parte de los productos alimenticios básicos, habiendo quedado muy lejos las severas penurias del pasado. Pero ello no es óbice para que los críticos al sistema de responsabilidad hagan observaciones muy duras a las posibles consecuencias de lo que consideran como una contrarreforma agraria. El campo, dicen, se ha fragmentado en muchos casos hasta situaciones casi límite, que hacen difícil la mecanización. Y la insolidaridad entre el campesinado se hace cada vez más patente en forma de robos de agua, de productos, etcétera.

Los excedentes empresariales de los nuevos agricultores, que según muchos observadores están enriqueciéndose de forma ostensible, se aplican a la creación de industrias rurales, que se constituyen por doquier con carácter individual, familiar o con arreglo a verdaderas fórmulas societarias; un movimiento que de hecho despertó durante la Revolución Cultural, cuando el caos imperante obligó a las zonas rurales a organizar su propio autoabastecimiento de productos industriales.

DESARROLLO INDUSTRIAL

Pero, aparte de las repercusiones que los cambios en la agricultura inducen de forma secuencial en la industria, lógicamente también están produciéndose mutaciones concebidas directamente para el sector industrial. En los tiempos de Mao, la preocupación en alimentación se centraba en la producción de cereales, y en el caso de la industria se polarizaba en la siderurgia. Hoy ambos objetivos están prácticamente cubiertos y, como se puso de relieve en los planes quinquenales 6º y 7º (1981-1985 y 1986-1990), las prioridades se dirigen a resolver los tres cuellos de botella más importantes: en la energía, para poner fín a las severas penurias del suministro de electricidad; en el transporte, los ferrocarriles requieren una drástica modernización para atender a los impresionantes aumentos de las necesidades de carga, y en las telecomunicaciones, las mejoras son precisas para agilizar la economía china en sus relaciones internas y exteriores.

Además de esos tres objetivos prioritarios, que se sitúan todavía por entero en el sector público, los esfuerzos de la nueva política económica se dirigen a elevar la eficacia industrial, a rentabilizar las inversiones y a superar definitivamente las aberraciones en que cayó la plantación centralista con la sumisión de todas sus decisiones a los órganos del partido. Para tratar de resolver esos problemas inerciales, la nueva política económica se ha planteado dos objetivos básicos: una cierta desregulación y la creación de las zonas económicas especiales.

DIESREGULACIÓN 'A LA CHINA'

En el campo de la desregulación, las nuevas normas permiten a las empresas dedicar una parte de sus beneficios a atender al mejor desarrollo de las inversiones o para pagar pluses incentivadores a sus trabajadores. Asimismo es factible vender en el mercado libre todo lo que se produzca por encima de una cierta cantidad oficialmente establecida. E incluso puede retenerse parte de las divisas obtenidas por exportación, una vez que se superan determinadas cotas. También son importantes, en la senda de flexibilización que comentamos, la existencia del derecho de despido de los obreros ineficaces por parte de la empresa y el acceso cada vez más libre al crédito bancario. La culminación de todas esas nuevas fórmulas es la posibilidad de vender acciones a los propios obreros, a otros ciudadanos o incluso en la bolsa de valores que se está formando paulatinamente. Se ha llegado incluso a decretar la posibilidad de que las empresas se declaren en quiebra.

Pero no todas las decisiones se forman vía leyes y decretos. Hay también, impregnándolo todo, una cierta doctrina oficial que busca la eficacia y la modernización con una obsesionante preocupación por la tecnología y la organización de empresas de cara al futuro. Buena muestra de ello es el que autores como John Naisbitt, con su trabajo, Megatrends, y Alvin Toffler, con su obra La tercera ola, son auténticos éxitos de venta en China. Así lo ha puesto de relieve Lynn Pan en su libro The New Chinese Revolutión, quien agrega que incluso cabe hablar del resurgimiento, por analogía con lo que Max Weber atribuyó al protestantismo en relación con el capitalismo, de una ética neoconfucionista, favorecedora de los hábitos de eficiencia y laboriosidad, que está reintroduciéndose en China después de tanta descalificación en el pasado hacia Confucio por sus admiradores los chinos de ultramar. Como también inciden en este aspecto las implantaciones de las primeras escuelas de administración de empresas, que están promoviendo en China instituciones de este tipo de Estados Unidos, Canadá, Japón, República Federal de Alemania y, globalmente, la Comunidad Europea.

ZONAS ECONÓMICAS

El segundo instrumento para estimular la productividad y el crecimiento industrial, y también el desarrollo de toda clase de servicios, son las zonas económicas especiales (ZEE), de las cuales la primera y más importante experiencia es la de Shenzhen, en la frontera misma con Hong Kong, que se puso en marcha no solamente para aprovechar excedentes de capital del enclave británico, sino para preparar psicológicamente el retorno a la soberanía china de esos territorios (en 1997) y del Macao portugués (en 1999).

Shenzhen significa que China reconoce toda una serie de posibilidades a la empresa privada extranjera en un territorio delimitado claramente. Lo cual ayuda -insistimos- a garantizar la oferta de mantener el sistema económico capitalista en Hong Kong y Macao, y también en Taiwan el día de mañana desde el punto y hora en que la propia China admite ya en su territorio el principio de "un Estado y dos sistemas".

En las zonas económicas especiales se impulsa, pues, la iniciativa extranjera, con toda clase de facilidades y sin burocracias, para traer -a suelo chino industrias de alta intensidad de capital y con tecnologías de punta y nuevas formas de organización, que luego pueden ser un modelo para el resto de China.

Como ya hemos dicho, la zona económica especial de Shenzhen fue la primera en establecerse, en 1980. Y sus resultados fueron tan espectaculares que en 1984, después de visitarla, Deng Xiaoping decidió la apertura de otras 14 ZEE con sistemas básicamente idénticos.

La política de las zonas económicas se complementa con la apertura de la economía china al exterior por las vías de las empresas mixtas. El paradigma de este segundo método es Coca-Cola desde hace ya varios años, y más recientemente la industria hotelera intemacional, especialmente las cadenas Sheraton, Holliday Inn y Sangri La, que han construido en todas las ciudades importantes hoteles que causan el asombro a quienes los visitan por primera vez, y que, sin duda, van a contribuir de manera decisiva a la presencia de más y más ejecutivos y técnicos del exterior en China y al fomento de un sector turístico al que cada vez se dan más facilidades y que seguramente, en 1987, romperá la barrera psicológica del millón de visitantes. Una de las últimas noticias de la Prensa china en lengua inglesa, que incorporé a mis notas para este trabajo, consiste en la decisión oficial del Gobierno de Pekín -agosto de 1987- de eximir por entero del impuesto sobre la renta a los expertos técnicos extranjeros radicados en China durante los tres primeros años de su estancia.

ENTRE DENG Y EL FUTURO

Todo lo que hemos ido examinando con anterioridad, todo lo que está pasando en China, en definitiva, no puede atribuirse, como es más que obvio, simplemente a la imaginación y al genio político de Deng Xiaoping, que a sus 83 años largos de edad sabe que no le queda mucho tiempo por delante antes de -como él mismo dice irónicamente- "irse a ver a Marx"...

La realidades que todos los cambios y transformaciones forman parte (le un impulso global desencadenado por Deng y sus colaboradores más cercanos Jhao Ziyang y Hu Yaobang), pero, por lo que parece, con el apoyo de una abrumadora mayoría del pueblo chino, que quiere vivir algo mejor, tener más libertades y pensar en un futuro más brillante.

Evidentemente, las críticas no afloran con la misma facilidad que los grandes elogios a la nueva política oficial. Pero esas críticas, que vienen de los observadores que conocen bien el país, hablan del resurgimiento del egoísmo en las zonas rurales, al que ya hemos aludido con anterioridad; de un espíritu especulativo en la actividad industrial y comercial de quienes "quieren ganar mucho dinero a toda costa", e incluso de un cierto entreguismo oficial a los intereses extranjeros con las zonas especiales y las facilidades para la inversión exterior, que en parte ya se comparan con el sistema de concesiones del decadente imperio chino como consecuencia de los tratados desiguales que se le impusieron por las grandes potencias.

Hay un crítico dentro del partido comunista chino, miembro de su Politburó, Cheng Yun, que más o menos abiertamente manifiesta su repulsa a todo lo que ahora se está haciendo, que preconiza un cierto retorno a. los planteamientos fundacionales. Y la sustitución, hace ¡sólo unos meses, de Hu Yaobang por Zao Ziyang en la secretaría general del partido, puso de relieve que el propio Deng empezó a preocuparse por lo que a ser un ritmo de cambio demasiado rápido.

El partido comunista chino celebrará su decimotercer congreso en este mes de octubre. Muchas de las cuestiones que hemos planteado en este trabajo van a aflorar en los debates de ese foro. Y, sin duda, habrá una indicación importante del alcance de la renovación ideológica y de los planteamientos de modernización que el actual equipo de gobierno impulsará en los próximos años. Por todo ello me pareció que merecía la pena hacer algunas reflexiones sobre los temas que aquí hemos tratado de cara a China y su futuro.

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