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El desoído Tibet

Si los participantes en las revueltas de Lhasa querían llamar la atención sobre sus problemas, su éxito ha tenido una repercusión a nivel mundial. Pero si lo que esperaban era ayuda de otros países, sus líderes deben prepararse para la decepción.Desde la última rebelión tibetana, hace 28 años, cuando el Dalai Lama huyó a través del Himalaya a la India, la política china hacia este pueblo ha sido una dolorosa historia de ineptitud, mal gobierno o algo peor.

China se anexionó el país en 1950, sometiéndolo al gobierno maoista, no en interés de Lhasa, sino en el de Pekín. Es cierto que el Tíbet era una sociedad antigua, feudal y muy ignorante, pero eso es quizá porque su pueblo ha escogido moverse a un ritmo diferente del resto del siglo XX. Eran materialmente pobres, pero concedían más importancia a las riquezas espirituales. Un período de reforma, con sensibilidad y benevolencia, podría haber beneficiado a esa mayoría atrasada, pero la China maoísta no era la más indicada para hacerlo.

El malestar no sólo es inquietante para el Gobierno de la República del Pueblo, mientras se prepara para el 13º Congreso del partido, a finales de este mes, sino también muy preocupante. China tiene 55 minorías étnicas, la mayoría de las cuales vive en áreas pobres, muy lejos de la autoridad central de Pekín. Como los tibetanos, todos tienen motivos de queja, y las noticias de los problemas de Lhasa sólo pueden tener un efecto perturbador en ellos.

8 de octubre

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