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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Metamorfosis de Angola

ANGOLA HA perdido, o está perdiendo, su revolución, que dura ya un cuarto de siglo -a partir de la lucha de independencia contra los portugueses- y sólo ha producido desastres. Las guerrillas de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) -angoleños disidentes, pero también mercenarios internacionales- y el apoyo a ésta por Estados Unidos -en 1986 recibió 15 millones de dólares y una remesa de antiaéreos Singer- y de África del Sur -cuyos soldados penetran profundamente en Angola con el pretexto de que persiguen a sus propios guerrilleros y dejan detrás una zona devastada- han arruinado al país.Los 25.000 soldados cubanos que hay en Angola, han alienado a este país del mundo occidental y del apoyo de Portugal, su antigua metrópolis. Pero, además, la ayuda soviética llegada de Moscú directamente o a través de los cubanos se está desmoronando. Puede ser incluso que el Gobierno de Angola vaya a ser o lo sea ya, en estos momentos, la primera víctima del deshielo soviético-americano. A Gorbachov ya no le interesa esa forma de penetración y, en el interior, los políticos tratan de que el régimen evolucione de la misma manera en que suponen que está evolucionando la URSS, o quizá más rápidamente.

El Gobierno que preside Dos Santos está tratando de hacer su reconversión por la vía de ir tolerando transacciones privadas, nociones de beneficio en el comercio, formas de privatización de la producción. Todo ello, en realidad, se ha producido previamente como una economía sumergida y lo que se pretende es convertir ese esquema clandestino y hasta ahora definitivo en una nueva forma de economía. Lo trata de predicar ahora el presidente Dos Santos, que ha iniciado ya contactos con Estados Unidos y los va a continuar con un viaje por las capitales de Europa.

Pero a Dos Santos no le basta con prometer un cambio de economía; tiene que asegurar la salida -probablemente ya iniciada- de los soldados y asesores cubanos. Y tiene también que asegurar que no seguirá enfrentándose con África del Sur, a condición de que ésta acepte la independencia de Namibia, que considera como un santuario angoleño.

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El problema está en saber si Occidente -a partir de Estados Unidos- va a aceptar que la reconversión la produzca la misma persona que ha intentado la revolución o si requería un cambio en la presidencia. En principio, José Eduardo Dos Santos parece mantener los resortes del poder dentro del partido único, del que han sido depurados los marxistas dogmáticos y han sido sustituidos por los centristas y por los llamados pragmáticos; dialogar con él puede ser más eficaz que provocar un cambio político. La cuestión está en si las guerrillas de la UNITA lo permitirán y, por tanto, si Estados Unidos le considerará un negociador válido. De todas formas, aun en el caso de una transformación rapidísima del régimen, no parece que los actuales gobernantes puedan continuar en sus puestos durante mucho tiempo.

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