El público salía toreando
Toreando salió ayer el público de Las Ventas. Don Mariano más que nadie, a la luz de un farol por la calle Londres, su público coreándole olés cuando explicaba que Juan Cuéllar había citado así de largo al natural -y tomaba de referencia a un pacífico ciudadano que pasaba por la calle Cartagena-, Julio Norte embarcado así de suave y lento en el redondo aquel al sobrero. Vibraba la audiencia de Don Mariano y vibraba Don Mariano, como había vibrado el público unos minutos antes en el coso, con el toreo bueno, asombrosamente bueno de Julio Norte y Juan Cuéllar.Hubo novillos buenos también, excelentes los de Norte, con más casta -con más guasa, dirían taurinos- los de Cuéllar. Novillos, además, según y cómo, pues por edad eran cuatreños. La boyantía de los de Norte permitió que este novillero causara sensación con su toreo lento, a compás abierto; toreo, si nos apuran, trianero,¡ y el muchacho es de Astorga!
Vitadiego / Bento, Norte, Cuéllar
Cinco novillos de Carmen Villadiego, encastados, y 5º, sobrero de Martínez Elizondo, manso; bien presentados en general. Rui Bento Vasques: espadado bajísimo enhebrado del que sale cogido, dos pinchazos y descabello (silencio); metisaca en el costillar y estocada trasera (silencio). Fue asistido en la enfermería de puntazo en el muslo derecho. Julio Norte: pinchazo y estocada; aviso (vuelta); estocada (petición y dos vueltas). Juan Cuéllar: pinchazo bajo, otro atravesado, media atravesada, descabello -aviso- y otro descabello (aplausos y saludos); media (oreja, insistente petición de otra y clamorosa vuelta al ruedo).Plaza de Las Ventas, 20 de septiembre.
Astorganos se habían acercado a Las Ventas y le jaleaban, e ilustraban sus faenas con tamboril, dulzaina y jubiloso crepitar de castañuelas. ¡Torero, torero!, le gritaban también, y el resto del público estaba conforme, porque torero es quien toma a distancia al toro, se lo trae toreado, embarca con naturalidad la pastueña embestida, cierra la tanda ligando el de pecho de cabeza a rabo.
Pero quien armó la marimorena fue Juan Cuéllar, una vez más en esta plaza. La armó en el sexto, aunque en el tercero la cátedra ya le había calificado con nota alta por el mérito que tuvo su faena. Faena sin perderle nunca la cara a un novillo complicado, que se escupía del engaño y de súbito se revolvía al bulto. Ni le perdió Juan Cuéllar la cara al toro, ni perdió los papeles y hubo momentos que hasta lo tuvo dominado al obligarle a humillar en los redondos y naturales.
Al sexto, ya noble, le dio una pedresina y desarrolló toda la faena en el centro del ruedo, creciendose en el valor y la torería. Si buenos fueron los derechazos iniciales, los naturales siguientes poseyeron temple y hondura, torería de la mejor calidad los que instrumentó de frente y finalmente ligó de rodillas más redondos y pases de pecho. Ya puede imaginarse cómo estaban los tendidos para entonces. Si el toreo fundamental, sus remates de pecho, trincherillas y cambios de mano, lo había coreado con olés estruendosos, la serie de rodillas lo puso en pie y quién daba voces, quién flameaba el pañuelo, se abrazaban algunos que no se habían visto nunca ni se volverán a ver jamás. Y Don Mariano, mientras tanto, rememoraba a Belmonte: "Me acuerdo de aquella tarde de mayo del 19..."-
Para que la tarde resultara redonda sólo faltó que Rui Bento también hiciera el toreo güeno, pero no era su día, no les cogía el temple a sus manejables novillos. Banderilleó con facilidad y ahí quedó lo único destacado de su actuación.
Hubo broncas al presidente, que completan las buenas tardes de toros. Las broncas al presidente unen mucho. Sólo que en esta ocasión casi ninguna estaba justificada. Un presidente, en Madrid, debe ser riguroso como ayer el comisario Font y poner caras las orejas. Si hubiera concedido la que se pedía para Norte, habría tenido que dar dos a Cuéllar y, por este camino de condescendencia, llegaríamos al rabo por cualquier cosa, como ya ocurrió. Norte y Cuéllar torearon muy, bien y tuvieron el justo premio oficial, al que se une el popular, quizá más importante. Que el público saliera toreando de Las Ventas es fenómeno que no se veía desde cuando a Antoñete y Curro les vinieron a visitar los duendes, una lejana primavera.
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