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Cuerpo

Rosa Montero

En el Círculo de Bellas Artes madrileño han empezado unas conferencias en torno a la carnalidad que nos contiene. El cuerpo, escenarios para la libertad, se titula el ciclo. Ha inaugurado el baile Baudrillard, que se ha despachado a gusto fustigándonos con la parte más vibrátil de su anatomía, esto es, la lengua. Y qué lengua, señores, la del sociólogo francés, famosa por la catarata parlante que origina, por las ramificaciones y meandros en que se mueve. Total, que Baudrillard ha hablado de la metamorfosis, la metáfora y la metástasis corporal, amén de otras alteraciones pertinentes. O algo así. Porque cada periódico da una versión más o menos diferente de sus palabras, un discurso distinto. Quizá los periodistas que asistieron al acto tenían el cuerpo cansado, o el cuerpo aburrido, o el cuerpo resfriado y, por ende, ligeramente ensordecido, o el cuerpo nostálgico de otras actividades corporales más sustanciosas y placenteras que la de escuchar la aturullante cohetería verbal del invitado.Ello es que, a la mañana siguiente, cuando las gentes intentaron leer lo que decían los expertos acerca de esta carne nuestra que tanto nos exige y amedrenta, la ciudadanía debió de quedarse harto perpleja. Quizá leyeron lo de la metástasis metafórica mientras sentían hambre o calor, mientras se palpaban distraídamente esa barriga blanda que es la suma de las desilusiones y los años, mientras acunaban la tibieza de un niño pequeño. Lo leyeron con la turbulencia carnal de la edad joven, con el temblor de pulso del enfermo, con el velo acuoso y azulón que la vejez suele tejer sobre los ojos. No sé muy bien a qué cuerpo se refieren en el Círculo de Bellas Artes, de qué escenarios para la libertad están hablando. Pero teniendo en cuenta que este ciclo está patrocinado, entre otros, por Tabacalera, Reynolds Tobacco Company, Philips Morris, Tabacanaria y Cigarcanaria, se me ocurre que hoy día nuestro pobre y envenenado cuerpo es, sobre todo, un soporte físico para transportar la billetera consumista.

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