Misión imposible
MIENTRAS PÉREZ de Cuéllar trataba de negociar en Bagdad y en Teherán, los combates de infantería y artillería continuaban en los frentes. El secretario general de la ONU pedía poco: una tregua mientras se iniciaban tratos para una paz estable. Hasta eso es imposible. Teherán pide que se forme una comisión neutral que determine quién inició la guerra y que ese culpable sea sancionado. Nadie ignora que la guerra la comenzó Irak con el pretexto de recuperación de unas zonas irredentas, y lo que es peor, que en aquel momento fue apoyado por Occidente y hasta por el Consejo de Seguridad de la ONU. Se creía que el Ejército fuerte de ese país militarista pondría fin al disparatado mundo de los ayatolás: fue uno de los habituales errores de información y de los optimismos de ordenadores mal alimentados. Por tanto, Irak no puede aceptar ese principio, y pide, en cambio, que Irán sea automáticamente sancionado por no aceptar la resolución 598 de la ONU.Tras estas fórmulas jurídicas hay otras realidades. Irán cree que tiene la guerra ganada: Bagdad resiste mal la presión militar y la económica, es incapaz de suspender los ataques en el Golfo porque cree que ésa es la base para ahogar a Irán, y ha llegado a suponer que la presencia de flotas extranjeras en la zona terminaría con una presión militar directa sobre Irán. Su situación es desesperada: teme un exterminio real. Irán cree que en esta guerra entre sacerdotes y guerreros están ganando los sacerdotes, y eso aumenta su fanatismo y su iluminación, su conciencia de que está realizando el yihad, la guerra santa, y que tiene una misión que cumplir. La teoría de Jomeini -o la iluminación- es que la guerra terminará en el momento en que Sadam Husein sea desposeído y los fieles ortodoxos ocupen el poder en Irak. Aparentemente no es una anexión lo que intenta, sino un triunfo de la fe. Pero la realidad es que en ese cambio Irak quedaría subordinado al imam Jomeini. Y sería un paso más hacia lo que considera su misión histórica, que es la recreación de un islam poderoso y vengativo.
En estas condiciones, ninguna iniciativa de paz puede salir adelante. La que intentó discretamente la Unión Soviética -con continuadas relaciones con los dos países- fue desechada, y se sumó al plan de 18 puntos del Consejo de Seguridad y a la negociación de Pérez de Cuéllar. Estados Unidos no tiene en estos momentos personalidad para negociar con Teherán y le queda la razón de la fuerza; probablemente no puede llevarla adelante con el mantenimiento de una flota en pie de guerra. Tendría que contar con el apoyo abierto de la Unión Soviética, y éste es probablemente uno de los puntos que están discutiéndose en las negociaciones globales entre Shultz y Shevardnadze. Pero la URSS sólo puede estar interesada por una tregua amplia y una negociación en que no haya -vencedores ni vencidos: le preocupa quedar mal con cualquiera de los dos países, le preocupan su larga frontera con Irán y los rumores de renacimiento nacionalista e islámico en sus repúblicas musulmanas fronterizas, a las que llegan emisario secretos de Irak y de Irán.
Descartada ya la labor de Pérez de Cuéllar, no quedan por el momento negociadores válidos. Lo que hace suponer un recrudecimiento de la guerra, un esfuerzo redoblado de Irán para destruir a Sadam y unos nuevos enfrentamientos en el Golfo.
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