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SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES

El Niño de la Taurina también tiene padre

Arjona / Niño de la Taurina, Litri, CaminoMenudo ambientazo había ayer en San Sebastián de los Reyes para ver a los novilleros punteros -matadores dentro de un mes-, los hijos de padres famosos, que a la fama de su apellido añaden otra, bien ganada, pues dan espectáculo por todas las plazas del país. Caravanas de coches y autocares por los accesos de la autopista, riadas humanas por las calles, convergían en la plaza -la tercera, la llamaban-, que se hacía pequeña para tanta gente y tajita expectación.¡Litri!, hijo del Litri; ¡Camino!, hijo de Camino, evocaba la multitud, que horas antes del acontecimiento saboreaba las proezas de los aventajados vástagos, con tanto gusto como si ya se hubieran producido. Pocos reparaban en el torero que completaba el cartel, Niño de la Taurina, quizá porque Taurina no es apellido conocido. Y, sin embargo, el Niño de la Taurina tiene padre, se llama el señor Collado. Ocurre que como Collado tampoco hace cabecera de dinastía -a lo Bienvenida, a lo Dominguín, a lo Gallo- le han puesto nombre de bar, la taurina. Ya hablaremos.

Novillos de Sánchez Arjona, con casta

Niño de la Taurina: estoconazo (dos orejas); bajonazo y rueda de peones (petición y vuelta). Litri: pinchazo bajo y estocada corta caída (ovación y saludos); estocada perpendicular, rueda de peones, seis descabellos -aviso con retraso- y otros seis descabellos (silencio). Rafi Camino: estocada corta caída y rueda de peones (silencio); pinchazo y bajonazo (vuelta). Plaza de San Sebastián de los Reyes, 27 de agosto. Tercer festejo de feria.

Con nombre de bar y la edad en la boca -16 años el Niño de la Taurina irrumpió en el ruedo como un ciclón y cuando tumbó patas arriba de un sensacional volapié al novillo que abrió plaza, ya lo había hecho todo: lo suyo y todas las anunciadas proezas de los vástagos, que el público había estado saboreando desde horas antes de la función.

Niño de la Taurina hizo un toreo asombroso. Ceñido hasta no poder más, porque pitones y alamares a veces parecían una misma cosa; templado y dominador hasta el punto de que el arrojo desatado nunca dio sensación de tremendismo. Se embraguetaba en las verónicas, envolvía suavemente las chicuelinas, hizo un quite valeroso.

Casta excepcional

El novillo era de una casta excepcional. Crecido al castigo, derribó con estrépito y empitonó al picador, que había caído al descubierto, arrastrándolo varios metros colgado de la chaquetilla. Allí el quite del Niño de la Taurina, atropellando materialmente al cornudo agresor. Después de banderillear a-toro-pasado, el hijo del señor Collado empezó su faena de muleta con la pedresina, un pase por la espalda, el de pecho, todo ello, sin mover los pies, que asentaba en el centro geométrico del redondel. Siguió por redondos y naturales... Gran faena, mandona, ligada, temeraria, y el estoconazo fulminante, a volapié neto, que tumbó al bravo novillo sin puntilla. El delirio provocó en los abarrotados tendidos.

¿Y ahora qué hacemos?, debieron preguntarse los famosos, hijos de famosos, que habían de intervenir después. El niño con nombre de bar se lo había puesto difícil. Pero más difícil se lo pusieron, a ellos y al propio ciclón, los novillos, que tenían casta, y cuando el toro de casta aparece, se hace el ame, de la situación. La novillada de Sánchez Arjona, aunque chica y prácticamente sin cara, resultó una de las más interesantes de la temporada. Mucha técnica y mucho corazón hacían falta para domeñar sus embestidas codiciosas y fuertes.

El Niño de la Taurina. no pudo con el bravísimo cuarto, pese al pundonor y el valor que puso en la faena, y le sobrevenían sudores, que intentaba aliviar con resoplidos, cada vez que la fiera indómita se le venía encima, al rematar los pases.

Litri pegaba trallazos horribles a sus dos novillos, Camino bailoteaba eludiendo la aspereza del tercero, y cuando le salió el bombón sexto, tampoco le valió: acopañaba el viaje, desde prudente distancia, y el toreo de fundamento sólo lo instrumentaba a ley en las trincherillas. La casta de los novillos puso nerviosísimos a los novilleros ilustres y dá que pensar, pues dentro de un mes serán ordenados matadores de toros.

El Niño de la Taurina, un ciclón y una firme promesa, será el estupendo torero que artuncia si madura su técnica para dominar el ganado de casta. Y, mientras tanto, entre ayudado y molinete, quizá no le sea ocioso meditar sobre la validez de su apodo, el día en que tome la alitemativa.

Si estudia precedentes, sabrá que corre el peligro de que le ocurra lo que al Niño de la Capea, que se ha hecho mayor y como no procede de ningana manera llamarle niño, le llaman el Capea (los más respetuosos, señor Capea). La perspectiva de que le llamert el Taurina (o señor Taurina, los más respetuosos) podría ser inquietante para el hijo del señor Collado, torero.

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